NEGOCIOS. SABOR PERUANO EN EL MUNDO

Astrid & Gastón sigue ampliando su franquicia en el extranjero

 Nuestro guía nos lleva al Paseo de la Castellana 13, en Madrid. Dice que va a saludar "un ratito" a un paisano amigo que acaba de inaugurar su restaurante de comida peruana y nos vamos. En la puerta, nos sorprende el tono laxo y cantado del portero: es peruano.

Ya son cinco los restaurantes de la franquicia Astrid & Gastón en el extranjero. Y esa es la idea detrás de todos los negocios internacionales de los que Gastón Acurio forma parte : exportar el Perú --todo el Perú-- a través de su comida y lograr que un lomo saltado sea tan internacional como el sushi o la pizza.

También lograr que más inversionistas se acerquen a otros restaurantes peruanos para llevar sus franquicias --y la comida peruana-- a otros países. Cuando eso ocurra, el beneficio llegará incluso al pequeño agricultor, que produce papas, camotes, ajíes o limones.

Astrid & Gastón de Madrid es todo lo que uno puede pedir del Perú, sentado a la mesa, en otro país: buena comida, bebida (peruanísimo pisco) y ambiente.

Si se anima, vaya haciendo la reservación pues, a tres días de la inauguración, había que esperar un mes por una mesa. Y prepárese para gastar unos 60 euros (el promedio es de 30 por persona en otros restaurantes). Al que quiere celeste, que le cueste

 

Fuente: Suplemento Semanal de Economía y Negocios Día.1. diario El Comercio.

 

 

 

GONZALO FERRAND Actual Campeón Mundial de Pastelería en Francia

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En la garganta, un doble nudo, y un sudor gélido a flor de piel. Gonzalo estaba preparado para todo, para ganar, para perder. Allí parado, entre los 16 mejores chefs del mundo, sólo pensaba en quedar en la mejor posición posible. Con la bandera peruana en el pecho, se le quebraban los nervios. Hasta que comenzó la premiación: “Vamos a ir llamando desde el último premio hasta el primero”, anunció Gérard Dupont, presidente de la Academia Culinaria de Francia, quizás el ente gastronómico más importante del orbe. Gonzalo miraba de reojo. La Puerta de Versalles, en París –escenario del evento–, explotaba en prensa. Cerró los ojos. Y fueron pasando, uno por uno los demás concursantes, ganando premios consuelo, hasta que quedaban sólo cinco participantes. No lo podía creer. Apretó la bandera peruana que llevaba entre sus manos.

“Ahora vamos a dar el premio a la elegancia para el quinto puesto”. Pensó que ese era el suyo, porque la chaqueta roja y blanca que tenía puesta era muy llamativa. Pero, felizmente, se equivocó: el premio fue para Italia.
Estar entre los cuatro era para Gonzalo triunfo suficiente. Pero el cuarto puesto fue para el chef Dorian Wicart, del restaurante La Marée de París. Nuevamente los nervios lo abordaron. Demasiada emoción. Demasiado cerca. Llamaron a André Garret, chef del restaurante del hotel Ritz de Londres, quien se llevó el Gran Premio de Cocina (tercer puesto). Ya las lágrimas asomaban en sus párpados. Adolfo Perret, miembro del jurado, le guiñaba el ojo y le decía con voz ahogada que se tranquilice.
Finalmente, entre tantas sorpresas, ganó la chef noruega Kari Innera, del restaurante Bagatelle de Oslo. Igual fue un triunfo para Gonzalo, quien lloró en el podio, bañando la bandera peruana. Y su sorpresa fue mayor cuando dieron los resultados del Gran Premio de Pastelería: ¡Era el campeón! ¡El mejor pastelero del mundo! Los jueces quedaron sorprendidos con las combinaciones que Gonzalo presentó.
- ¿Cómo llegaste a este importante certamen?
Hace tres años, cuando era el chef ejecutivo de la Rosa Náutica, un mozo me dijo que un francés en una de las mesas me quería conocer. Al acercarme, me di con la sorpresa que era Gérard Dupont, presidente de la Academia Culinaria de Francia. Le comenté que había sido chef ejecutivo en Francia y eso lo sorprendió, porque lograr eso en su país tarda, para cualquier chef, unos 15 años, pero yo lo logré en sólo uno. Entonces me invitó a participar para la segunda edición del Campeonato Mundial de Cocina. Lamentablemente no pude ir porque mi hija estaba por nacer.
- La siguiente edición no te la perdiste. ¿En qué consistía el torneo?
Fui con todas las ganas del mundo. Para este concurso me preparé al milímetro. Hice muchas pruebas. Eran cinco horas de concurso, te entregaban una jaba con tus insumos y teníamos que hacer el plato para cinco personas, postre y plato de fondo. A los cinco minutos de haberlos presentado, regresaban la fuente con los platos y tenías que hacerlo para diez personas en 15 minutos. Muy complicado. Presentabas el postre y el plato de fondo. Estamos hablando de veinte platos en 15 minutos. La concentración y la atención eran fundamentales.
- ¿Qué platos presentaste?
Debías presentar dos platos: un postre y uno de fondo. Lo peculiar es que era por temas. El plato de fondo tenía que ser con un fletán (pez del norte de Europa) y unas conchas francesas llamadas Saint-Jacques. El postre tenía que ser a base de macarrón y de un alfajor francés a base de almendra. Pero cada participante podía llevar tres insumos de su país; yo llevé la lúcuma, el ají amarillo y la quinua. El plato de fondo que creé fue un filete de fletán al vapor con unas hojas de laurel para aromatizarlo, ramas de tomillo y una salsa de ají amarillo con Grand Marnier. Al fletán le puse esa salsa junto con las conchas con algo de espuma de zanahoria y camarones. Lo acompañé con un risotto de quinua con champiñones y lo terminé con una ensalada mediterránea rellena de alcachofa. El postre, por su parte, fue un macarrón de vino y naranja, ahí quise hacer algo raro, combiné el vino con la naranja con un pie de lúcuma y chocolate con Grand Marnier.

Chef a la francesa
Gonzalo confiesa que llegó a los fogones y las sartenes por los ñoquis de su abuela, punto de partida para su incursión en la culinaria. Pero puso su futuro en manos del destino. Decidió aventurarse en el mundo de la cocina para saber si realmente era lo que le gustaba. La otra opción: veterinario. Fue así que en 1999 ingresó como ayudante de cocina al Pez Amigo, donde se familiarizó con los pescados y mariscos. Esa primera experiencia le causó cierto apasionamiento, que lo confirmó cuando llego a La Reserve de Jean Patrik, un restaurante francés en Lima.
En el 2000 lo tuvo todo claro: quería ser chef. Junto a su hermano, que acaba de terminar Economía, puso una cevichería, Amariscos, en pleno corazón de San Isidro, y decidió estudiar gastronomía. El Instituto de los Andes lo formó y es hoy uno de los alumnos que llena de orgullo a Jaime Ariansen, su director. Un año después ya estaba en Toulouse (Francia), en La Brasserie des Meaux Arts, como commis de cuisine (ayudante). Las cosas le fueron bien, pues a los pocos meses lo ascendieron a demi-chef de partie, ya estando metido en la preparación de salsas calientes y viendo todo con la carne.

Fuente Periodistas digitales.com, Dionisos y rpp.