La "dependencia" de las materias primas puede beneficiar el desarrollo

Augusto de la Torre (*)

En 1672, Potosí, Bolivia, era una de las ciudades más grandes y ricas del mundo. Ubicada en la base del Cerro Rico, Potosí era el centro de la minería argentífera española, cuyas operaciones eran tan prolíficas que un "potosí" se convirtió en sinónimo de gran riqueza.

Trescientos cuarenta años después, Potosí es pobre y repleta de conflictos. No es de sorprender que la prensa boliviana catalogue a la minería como la carga de Potosí.

La historia latinoamericana está llena de auges de materias primas y posteriores caídas como la de Potosí. El hecho de que las bonanzas no deriven en riquezas duraderas hizo que se llegase a la conclusión de que la región, al igual que otras regiones ricas en recursos naturales, era víctima de una suerte de "maldición de los recursos naturales".

Pero la historia no tiene por qué repetirse. En el caso de América Latina, donde el 93% de la población y el 97% de la actividad económica tiene lugar en países que son exportadores netos de materias primas, este supuesto maleficio puede evitarse. Un equipo de economistas del Banco Mundial investigó algunas tendencias esenciales en el estudio Recursos naturales en América Latina y el Caribe: ¿más allá del ciclo de auge y caída?, que sugieren que el auge actual de las materias primas no terminará igual que en el pasado.

Una razón para ser optimistas es el buen gobierno. Los gobiernos nacionales y las instituciones financieras son mucho más sólidas que en el pasado y mucho más proclives a gestionar las ganancias de las exportaciones con una visión nacional y de largo plazo.

Chile, el mayor exportador de cobre del mundo, donde las materias primas representan más del 75% de las exportaciones, es un caso emblemático. Hace algunos años, los líderes de ambos extremos del espectro político del país acordaron ahorrar un porcentaje sustancial de las ganancias derivadas de los altos precios del cobre y gastar el resto de manera prudente.

En los últimos cinco años, la inversión del país en innovación aumentó un 24% anual. Al mismo tiempo, Chile invirtió decididamente en educación, creando un fondo para becas de US$ 6,000 millones que les permitirá a unos 3,300 profesionales estudiar en el extranjero este año - un aumento de 672% respecto al 2006.

En el caso chileno la dependencia del cobre se transformó en un beneficio. Durante la pasada década, el PBI de Chile aumentó más de dos veces y medio.

Al influjo de una creciente demanda de China y otras economías emergentes, los precios de las materias primas están beneficiando el crecimiento de una región que en el 2010 superará el 5%. Pero la producción de materias primas en la región está cambiando. En el pasado, las empresas extranjeras eran las mayores beneficiarias -construían la carretera o la vía de tren hasta la mina, extraían la riqueza y la llevaban consigo, dejando atrás un país más pobre.

Hoy en día, la extracción de materias primas se vincula a otras actividades económicas que benefician de manera directa al país en cuestión. Un estudio del 2009 de una mina de oro peruana dio cuenta de una amplia red de empresas locales vinculadas a su operación. Cada incremento de 10% en las compras de la mina llevó aparejado un aumento del 1.7% en el ingreso local.

Más aun, hay sectores donde la innovación está a la orden del día. En Brasil, el principal catalizador de la revolución agropecuaria es Embrapa, la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria. Hace treinta años, los extensos pastizales de ese país, conocidos como cerrado, eran considerados demasiado ácidos para cualquier tipo de emprendimiento productivo. "Hoy en día, el cerrado representa el 70% de la producción agrícola brasileña y se ha convertido en el nuevo Midwest", según la revista "The Economist".

Este tipo de inversión en investigación y desarrollo requiere de una visión y ahorros a largo plazo. Aún queda camino por recorrer.

Pero en la mayoría de los países de la región, conscientes de las lecciones del pasado, es mucho más probable que las materias primas sean una bendición y no un fatídico maleficio.

 

(*): Economista Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.

 

Publicado en Gestion, 17 de Septiembre de 2010.