El BCR y la inevitabilidad del sol fuerte

 

Carlos A. Anderson
Economista

 

No hay nada más ilusorio que la idea de poder “controlar” el comportamiento del tipo de cambio. Si bien es cierto que tal ilusión puede llegar a tener una correspondencia temporal en un régimen de tipo de cambio ?jo por lo menos mientras no se materialicen contradicciones de política monetaria y fiscal que hagan inviable el ir por una ruta de crecimiento no in?acionario y sin desequilibrios internos y externos, tal tarea se torna hercúlea en un régimen de tipo de cambio administrado (dirty ?oating) y con metas explicitas de in?ación (in?ation targetting) como el que sigue el BCR en momentos de particular intensidad de los ?ujos de capitales.

Para la conducción de la política monetaria y cambiaria, el ente emisor cuenta con un solo instrumento propiamente dicho, la tasa de interés, y esta resulta vital en la consecución del objetivo inflacionario preanunciado. La intervención en el mercado cambiario con esterilización constituye un instrumento ad hoc que los bancos centrales aplican con suma discreción en momentos de alta volatilidad de los flujos de capitales con el fin de evitar desviaciones severas del tipo de cambio nominal de su nivel de equilibrio de largo plazo. La discreción o moderación en el uso de la “intervención cambiaria con esterilización” tiene una razón de ser: no es gratis, tiene un costo, en particular la pérdida de señoreaje en la emisión del dinero de alto poder. Pero, además, su uso reiterado puede llegar a tener un impacto sobre la propia tasa de interés de referencia, confundiendo las señales en torno a la importancia relativa del objetivo inflacionario.

El Banco Central afirma que su objetivo principal es el control de la inflación y que en materia cambiaria su objetivo no es fijar un nivel de cotización sino evitar una volatibilidad excesiva. Desde esta columna hemos criticado dos aspectos de esta política: uno, el nivel masivo de intervención que ha terminado por convertir al ente emisor en el verdadero King Kong del mercado cambiario; y dos, la excesiva predectibilidad de su accionar, la cual estimula el influjo de capitales. Además hemos señalado que las energías empleadas en la búsqueda obstinada del objetivo cambiario - de un declive lento, seguro, pero sin sobresaltos - quizá deberían ser dirigidas a la búsqueda con el mismo empeño del objetivo explícito de inflación, objetivo que en los últimos 63 meses ha sido alcanzado en apenas 19 oportunidades.

Hasta aquí no hemos dicho una palabra acerca del porqué de la fuerte apreciación del nuevo sol frente a otras monedas duras (tipo de cambio real bilateral y tipo de cambio real multilateral). Aquí la explicación tradicional: en comparación con los Estados Unidos, Europa y Japón, el Perú viene gozando grosso modo de una mayor tasa de crecimiento económico, una menor tasa de inflación, mejores perspectivas y expectativas por parte de los agentes económicos y un importante diferencial de tasas de interés en un ambiente de excesiva liquidez internacional y excelentes términos de intercambio. Es más, no se trata ya de diferencias que van constituyendo una tendencia de largo plazo.

Así las cosas, la apreciación del sol peruano es en cierta medida señal inequívoca de nuestro progreso económico. Pero no nos engañemos. La razón fundamental de la fortaleza del nuevo sol es la debilidad de las monedas duras, en particular, del dólar americano. Debilidad que no ha de ser eterna. Es muy probable que en dos o tres años, los Estados Unidos recuperen la vitabilidad fundamental de su economía y que el dólar vuelva a reinar supremo. Cuando eso suceda, el ciclo se volteara y el nuevo sol volverá a brillar con las limitaciones consustanciales a su tamaño relativo en el concierto de las naciones. Es eso precisamentelo que le preocupa al Banco Central.

 

Publicado en Gestión el 4 de mayo de 2012