El diseño de política fiscal en el país.

 

Jorge Gonzáles Izquierdo

Economista - Universidad del Pacífico

 

A raíz del discurso presidencial del 28 de julio del presidente Ollanta Humala han surgido dudas sobre las posibilidades de financiamiento ante tantas promesas de gasto realizadas.

El problema surge porque casi todas las promesas de gasto son de carácter permanente. Es decir, una vez realizadas ya no se pueden revertir, caso aumentos de remuneraciones a diversos sectores, entre otras. Lo correcto sería que el financiamiento provenga de ingresos también permanentes a fin de no comprometer la salud fiscal y macroeconómica futura del país.

En lo principal, ingresos permanentes son sinónimos de ingresos tributarios de naturaleza de largo plazo. La otra fuente de financiamiento son los ingresos transitorios, que pueden provenir de dinero guardado de anteriores periodos (que existen en un monto considerable) y/o que respondan al ciclo económico.

Financiar gastos permanentes con ingresos transitorios sería un grave error de política. Según estimaciones del Banco Central de Reserva del Perú, desde el año 2009 el país viene experimentando déficit económico estructural, que se calcula deduciendo “del resultado económico convencional, los efectos del ciclo económico y los efectos de los precios de los principales minerales de exportación” (BCRP); y se espera que dicha situación se mantenga este año hasta el 2014. Aun cuando el año pasado se obtuvo superávit fiscal convencional y se espera que ocurra lo mismo este año y los dos próximos.

Esta situación nos indica claramente que el riesgo de estar financiando mayores gastos permanentes con ingresos transitorios es relativamente alto. Si se está mirando el resultado convencional, es decir, una situación superavitaria, se podría caer en ese error. Quizá en eso está la explicación del mensaje del señor ministro de Economía de que no hay que preocuparse con los mayores gastos porque “plata hay”. Cuidado con ello.

Por otro lado, hay que tomar en cuenta que las principales modificaciones a la legislación tributaria en cumplimiento de las facultades delegadas por el Congreso han recaído sobre el sector formal, es decir, sobre los que siempre pagan impuestos. Y que todo parece indicar que el crecimiento económico que acompañará a este gobierno estará alrededor del 6% o menos anual, al igual que en un deterioro en los términos de intercambio. Con todo ello, veo difícil aumentar en tres puntos porcentuales la presión tributaria hacia fines del 2015 como se ha propuesto el Gobierno. Con un agravante, que la nueva Ley 29854 (abril 2012) establece como regla a seguir que el déficit estructural del sector público no financiero se reducirá en al menos 0.2% del PBI por año, a partir del 2013.

Todo esto configura una situación nada holgada para la expansión del gasto permanente del gobierno general. O en su defecto se tendrá que ajustar el gasto no permanente, siendo uno de sus principales rubros el gasto en inversión. En cuyo caso la política extendida de subsidios y remuneraciones en que está empeñado el Gobierno se hará sacrificando el gasto en inversión (infraestructura, investigación, etcétera). Algo que por supuesto no es nada conveniente para el futuro del país.

 

Publicado en Gestión el 2 de agosto de 2012