Pucallpa, la ciudad donde hablan los dibujos

 

La intensidad urbana contrasta con la naturaleza de sus ríos y lagos en los que abunda la vida silvestre y el arte shipibos

 

La primera vez que fui a Pucallpa conocí al pintor Pablo Amaringo en su taller Usko Ayar. Estaba rodeado de enormes pinturas de colores cargadas de imágenes y símbolos que aparecen en los viajes con ayahuasca. Amaringo continúa con una tradición de los shipibos, el pueblo de unas 25 mil personas presente, sobre todo, en Ucayali.

Los shipibos son un grupo de la familia pano que vive en pequeñas comunidades junto a los ríos y lagos que rodean Pucallpa. Algunas de ellas se pueden visitar como San Francisco y Nuevo Destino, y de esa manera conocer el hermoso arte que desarrollan en tejidos y cerámicas. Llama la atención los intrincados diseños geométricos que en ellos aparecen. Estos diseños remiten a la anaconda, la madre de las aguas, el poder que sostiene el mundo y a las redes hexagonales que se ven cuando se toma ayahuasca.

MOTOTAXIS Y DELFINES
Pucallpa es la capital de la región de Ucayali y el segundo puerto fluvial más importante del Perú. Se llega por tierra tras un viaje de 15 horas desde Lima, en avión o en barcos que navegan por el Amazonas y el Ucayali.

El nombre de la ciudad significa tierra roja y hace mención al color de los suelos de esta selva fronteriza con Brasil. Pucallpa es intensa, desordenada y comercial. Su Plaza de Armas, en torno a la cual gira el comercio y los principales servicios, es moderna como su iglesia casi semicircular, está adornada con varias esculturas de escenas que recuerdan la época del caucho y tiene una enorme fuente de agua.

Recorrer las calles de Pucallpa en moto es deporte de aventura. A toda velocidad, haciendo equilibrios se llega en pocos minutos a sus principales atractivos: el zoológico, el jardín botánico Chullachaqui y, sobre todo, Yarinacocha. En este lago, repleto de peque peques que hacen circuitos por sus aguas para ver aves y delfines saltando, es donde se encuentran varios de los restaurantes emblemáticos en los que abunda el paiche y la carne de monte y los jugos tropicales.

En Yarinachoca, los shipibos ofrecen sus tejidos, sus cerámicas y sus collares de semillas y colmillos de animales. Todos vestidos con sus faldas y túnicas donde la geometría se desborda, son diseños que se obtienen en las visiones de ayahuasca, que llegan a la boca del chamán. Gracias al poder de la planta, este hechicero crea melodías con esos diseños luminosos ordenando la información y proyectándola como poder creador a través de nuevos patrones geométricos, musicales y olorosos. Esos dibujos cantados son los que curan al paciente enfermo. Esas melodías geométricas que circulan por el espacio son las que llegan a las mujeres cuando tejen.

 

 

Publicado en El Comercio el 15 de Octubre del 2012