¿Son las expectativas racionales o emotivas?

 

Mirko Urljevic Abad

PAD – UNIVERSIDAD DE PIURA

 

La teoría económica supone que los agentes económicos busquen optimizar el uso de los recursos para lo cual procesan toda la información disponible y proceden a tomar decisiones en el mercado en base a esa información procesada.

Parte importante de esa información se sustenta en las expectativas que dichos agentes tienen de una situación determinada, como la evolución de variables, coyuntura económica, etc.

Ahora bien, el asunto se complica si se cuestiona la racionalidad en las expectativas que los agentes tenemos o nos hacemos de las situaciones, peor aún si no tenemos claros los conceptos o variables básicas del accionar económico, lo que sucede con mucha frecuencia.

Si esto es así, el resultado final de las medidas de política económica que se dictaminen resultan, por decir lo menos, prácticamente impredecibles, porque dependerán directamente de decisiones de los agentes que se vuelven subjetivas (emotivas) y por lo tanto, muy difíciles de medir.

Ante esto, es posible afirmar, por ejemplo, que con 90% de desaprobación, cualquier medida de política económica que se dicte estará mal, sin importar el sustento técnico que pueda haber detrás, ya que el rechazo de los agentes económicos traducido en sus decisiones en el mercado, hará que no se cumplan con los objetivos que se buscan alcanzar.

Ejemplo ilustrativo de esto es el caso de Conga, donde la inversión, variable clave para crear mejoras económicas, ha sido vapuleada sin ningún argumento técnico que lo justifique.

Al revés también funciona, con 90% de aprobación, cualquier cosa estará bien, aquí tenemos por ejemplo, el caso de la percepción de nuestra economía, “El Perú está de moda” que todo el mundo repite sin saber por qué, y si alguien se atreve a cuestionarlo, como lo dijo Porter, es poco menos que satanizado.

Estas percepciones de la realidad, muchas veces erradas, hacen que los agentes económicos tomen decisiones (equivocadas), lo que trae como consecuencia costos adicionales que siempre terminan pasándonos la factura.

En otras palabras, la realidad es la que manda, y a la corta o a la larga resulta determinante.

Es reconfortante que todos nos creamos que la economía peruana es un ejemplo a nivel mundial, pero una buena dosis de realidad es la que necesitamos para enfrentar adecuadamente las cosas.

¿Somos tan ingenuos que creemos que solo con la comida vamos a salir del subdesarrollo?.

El Perú está de moda, es verdad, pero el problema con la moda es que pasa, y si no hacemos algo para hacerla permanente, dentro de poco nadie se acordará de nosotros.

Tenemos que darnos cuenta que con solo 350 kilómetros de autopistas en todo el país no es posible pensar en crecimiento sostenido, o que con una composición de las exportaciones donde el 80% son commoditties (cuyo precio es determinado por el mercado internacional aparte de ser recursos no renovables) no llegaremos a ningún lado.

Esa es nuestra realidad, y no basta con creer algo que se aleja de ella, hay que crear las bases para que esas expectativas se sustenten en algo tangible, no solo en ilusiones. La racionalidad debe primar sobre las emociones, no al revés, sino tarde o temprano la realidad nos terminará pasando la factura. Tenemos aún mucho trabajo por hacer.

 

Publicado en Gestión el 14 de noviembre del 2012