Analizando el modelo primario-exportador

 

Pedro Francke

Profesor del Departamento de Economía de la PUCP

 

En la última década se han publicado nuevos estudios económicos críticos a los modelos de crecimiento basados en la exportación de materias primas. Así, mientras algunas críticas del estructuralismo cepalino han ido perdiendo fuerza, nuevas observaciones empiezan a formularse, algunas de ellas centradas en las instituciones, otras –que resumimos acá– ancladas directamente en la economía.

La primera investigación que dio un clarinazo de alerta fue la de Sachs y Warner (1997), encontrando que a las economías orientadas a la exportación de materias primas les va peor en cuanto a crecimiento económico, y acuñando la frase de la “maldición de los recursos naturales”.

La primera razón de este efecto negativo es la “enfermedad holandesa”, siendo el virus la caída del tipo de cambio real producida por el extractivismo. Esta caída afecta negativamente a los sectores transables que tienen un mayor ritmo de aumento de productividad.

Un sustento empírico a esta hipótesis viene dado por Rodrik (2008), quien encuentra que tipos de cambio reales más bajos tienen efectos negativos sobre el crecimiento.

Pero también se ha acumulado evidencia de que los países con una producción más diversa y con mayor grado de elaboración y complejidad tecnológica, tienden a crecer más (Imbs y Wacziarg 2003, Hausman, Hang y Rodrik 2006). La evidencia a favor de la diversificación y la complejización de la estructura productiva es abundante.

No solo eso, también se ha analizado (Hausmann y Klinger 2006, Hausmann et al 2011) como algunas actividades, debido a la cercanía de sus opciones tecnológicas, insumos y servicios requeridos, facilitan que un país aprenda a producir otras cosas, y las actividades primarias no están entre las que otorgan más potencial de diversificación productiva.

Por el contrario, en favor de la industrialización, Rodrik (2012) ha encontrado que aunque no hay convergencia incondicional entre las economías, si la hay en las industrias; es decir, si un país desarrolla una industria, la tendencia es a que esta alcanzará la productividad de los más avanzados.

Por otro lado, Rodrik y Mcmillan (2012) ha mostrado como los mayores aumentos de la productividad promedio en las últimas décadas de las economías de Asia con respecto a Latinoamérica y África, se deben no tanto a diferencias en los aumentos de productividad al interior de cada sector, sino sobre todo al cambio de la estructura productiva y del empleo hacia las actividades de mayor nivel de productividad. En otras palabras, los cambios intersectoriales, de estructura, dominan a los cambios intrasectoriales. Parte de este efecto se puede explicar por el hecho de que las industrias extractivas generan poco empleo y por eso tienen menores efectos sobre la composición del empleo y los cambios estructurales hacia actividades de mayor productividad, que las actividades industriales donde los efectos de empleo son mayores. En economías con amplios sectores de la población trabajando en sectores informales de baja productividad, que es la causa económica de la pobreza y la desigualdad, esta es un tema de importancia central.

Sumando estos análisis, la perspectiva neoliberal de que “lo mejor es dejar que la estructura productiva la determine el mercado que asignará eficientemente los recursos” es evidentemente incorrecta. La estructura productiva, y su cambio, sí juegan un rol central en el crecimiento económico. El desarrollo económico como cambio estructural, está de regreso en la ciencia económica.

 

Publicado en Gestión el 4 de diciembre del 2012