EE.UU.: escapando del abismo fiscal

 

Pablo de la Flor

Ex viceministro de comercio exterior

 

Si bien el acuerdo alcanzado entre la administración del presidente Barack Obama y la oposición republicana en el Congreso estadounidense ha sido presentado como un importante logro, la magnitud del mismo resulta decepcionante si se considera lo desgastante del proceso y los limitados alcances de lo pactado. En efecto, por primera vez en veinte años, el Congreso aprueba un incremento impositivo, pero lo hace solamente para un grupo muy limitado de contribuyentes (el 1% más rico de la pirámide de ingresos). El presidente Obama ha hecho realidad una de las principales promesas de su campaña, aunque para hacerlo solo haya resuelto de manera parcial y temporal un problema que debiera haber sido abordado de forma integral y definitiva.

Además de dejar que expiren algunas excepciones tributarias, las iniciativas asumidas para evitar el abismo fiscal contemplan un incremento de la tasa marginal que golpeará a aquellos contribuyentes con ingresos superiores a los US$400 mil anuales. Estas medidas generarán recursos adicionales equivalentes a poco más del 1% del PBI en el 2013, monto insuficiente para cerrar la brecha fiscal que enfrenta el país. En el mediano plazo se estabilizaría la carga de la deuda, pero a niveles complicadamente altos.

Los republicanos señalan que el paquete de medidas, concretamente el incremento de la carga tributaria de los más ricos, es la última medida que están dispuestos a implementar para aumentar los ingresos, y que ahora lo que corresponde es adoptar medidas extraordinarias para disminuir el gasto público. Por el contrario, la posición de los demócratas es que las iniciativas asumidas por el lado de los ingresos son insuficientes y que se necesitan otras adicionales.

En breve ambos grupos volverán a medir fuerzas cuando aborden la discusión sobre el límite de la deuda pública. En EE.UU. los topes al endeudamiento son fijados por el Congreso a través de un proceso que hasta hace poco resultaba rutinario y expeditivo, pero que ahora está marcado por la controversia y el enfrentamiento partidista. El Tesoro ha señalado que a fines de febrero alcanzará el límite de endeudamiento autorizado, por lo que será necesario un nuevo incremento refrendado por el Congreso, algo que resultará sumamente difícil conseguir en el actual entorno legislativo.

Ya los republicanos anunciaron que en esas negociaciones exigirán los recortes de gastos que en el reciente acuerdo no pudieron conseguir. A mediados del 2011 la administración enfrentó una situación parecida, optando por una fórmula de transacción que implicó importantes compromisos de recorte fiscal. En esta oportunidad, robustecido por su reciente victoria electoral, el presidente Obama ha señalado que no negociará.

Como quiera que se plantee el debate, resulta evidente que la confrontación y polarización política generada por la problemática fiscal dificultará en extremo cualquier entendimiento y que la incertidumbre sobre el curso de los acontecimientos seguirá marcando la agenda pública norteamericana y, por añadidura, el quehacer de los mercados internacionales. Los riesgos asociados son altos, especialmente cuando se considera el lento proceso de recuperación en curso en EE.UU. y la posibilidad de que el mismo pueda verse adversamente afectado por la reedición del impasse de fin de año. Esperemos que nuevamente prevalezca la sensatez.

 

Publicado en Gestión el 11 de enero de 2013