Cómo enfrentar la apreciación del sol

 

César Peñaranda

Director Ejecutivo de IEDE-CCL

 

Para empezar, hay que aclarar conceptos dado que existe cierta confusión. En este tema, la variable relevante en materia de política económica, en general, y cambiaria, en particular, es el tipo de cambio real (TCR) y no el nominal (TCN), definido este último como las unidades de moneda doméstica (nuevo sol-NS) que se requiere por unidad de la divisa externa (dólar).

El TCR es la relación entre la tasa de cambio nominal (numerador) y un índice de precios de bienes y servicios no transables (denominador), tales como mano de obra, energía, transporte. Por tanto, si nuestro objetivo es mantener estable o subir el TCR para incrementar la competitividad de la producción nacional, debemos actuar tanto sobre el numerador como el denominador. Además, distinguir entre TCR de corto y largo plazo. El primero determinado, en gran medida, por la política fiscal y monetaria, y el segundo, que es el relevante, depende en lo fundamental de tres factores: flujo de capitales, apertura de la economía y términos de intercambio.

El precio del dólar responde a la acción de oferta y demanda; baja si la primera es mayor que la segunda y sube si se da lo contrario. La oferta, en el caso peruano, es fruto de la estabilidad y solvencia económica, pues está compuesta, en lo fundamental, por los dólares de las exportaciones y de la inversión extranjera directa, a los que se suman las remesas provenientes de los peruanos que viven en el exterior y los capitales especulativos (golondrinos) atraídos por la mayor rentabilidad que ofrece nuestra economía, más los de actividades ilícitas como el narcotráfico. Esta oferta excede la demanda, que
en gran medida responde a las divisas requeridas para importar, y se produce, por tanto, una caída (depreciación) en el valor del dólar, lo que determina que baje el numerador del TCR, es decir el TCN. Esta situación no es reciente, lleva varios años en evolución y explica la tendencia al alza (apreciación) del NS, exacerbada recientemente por la política expansiva de EE.UU., Europa y Japón, en particular el primero, que inyecta US$ 85 mil millones mensuales al mercado. Frente a ello corresponde buscar un balance de oferta y demanda, reduciendo la primera y/o subiendo la segunda, con acciones de política como el prepago de deuda pública, ampliar el límite operativo de las AFP para invertir fuera, potenciar la unidad de inteligencia financiera para reducir el lavado de activos, aumentar el encaje, bajar aranceles, entre otras.

Pero, frente a la apreciación del NS más importante por sus efectos de mediano-largo plazo hay que actuar sobre el denominador del TCR. Es decir, buscar bajar los costos reales de la actividad productiva nacional a través del incremento permanente de la productividad de los agentes económicos, lo que conlleva aumento de la competitividad que compense e incluso supere la pérdida que se produce por la apreciación del NS. Implica ejecutar una agenda que dé prioridad a la inversión en infraestructura para cubrir la brecha de los próximos diez años, ascendente a US$ 88 mil millones; a las reformas estructurales pendientes como la del Estado, laboral y tributaria; a las reformas en pro del capital humano: nutrición, salud y educación; y a la inversión en innovación, ciencia y tecnología. Es penoso ver cómo siempre se postergan estas acciones bajo el argumento de que no dan respuestas inmediatas, olvidando que es precisamente por no hacerlo a tiempo que hoy no tenemos el nivel de productividad-competitividad óptimo.

 

Publicado en Gestión el 11 de febrero del 2013