¿Crecimiento sin competitividad?

 

David Tuesta

ECONOMISTA JEFE – UNIDAD DE PENSIONES BBVA

 

El crecimiento económico en el Perú se viene desacelerando. Varios especialistas señalan que nos aproximamos a nuestro nivel potencial. En todo caso, los últimos datos del PBI nos van diciendo que debemos acostumbrarnos a incrementos más bajos. Revisando las cifras, parece observarse que el problema es más de capacidad productiva que de capacidad adquisitiva, pues si bien los indicadores de demanda doméstica crecen a buen ritmo, no se puede decir lo mismo de sectores como manufactura no primaria, que en los últimos dos años les ha costado alcanzar sólidos niveles de expansión. La debilidad de las exportaciones no tradicionales es otro síntoma.

¿Hablamos de un cambio de ciclo o hay un problema más de fondo? El Perú ha venido creciendo a buen ritmo, pese a la crisis financiera de los países desarrollados y de la desaceleración, cada vez más acentuada, de China. Detrás han estado el largo efecto de la maduración de las reformas iniciadas en los 90, una mayor acumulación de riqueza en los estratos medios, una gran apertura comercial, instituciones fiscales y monetarias, y mayor estabilidad política. Todo esto nos ha hecho un país más productivo, pero nos arriesgamos a que este combustible se esté agotando. ¿Y es que todo lo hecho hasta ahora ya no será suficiente para seguir creciendo al mismo ritmo? Así es, ya no será suficiente y se necesitará más. Hay reformas importantes que se han debido emprender hace tiempo, y están postergadas.

A propósito de las conferencias del Foro Económico Mundial, la prensa ha recogido declaraciones desde el Gobierno señalando la agenda que debiera plantearse para ganar competitividad. Este término, desde una perspectiva económica, se entiende como el estándar a alcanzar para conseguir una senda de expansión en el largo plazo que brinde bienestar económico al país. Eso implica incorporar mejoras que van desde el ámbito de la justicia, las instituciones económicas, la defensa de los derechos de propiedad, la calidad de la regulación, educación, funcionamiento de los mercados (como el laboral), calidad del gobierno, estado de las infraestructuras, mercados de empleo, capacidad para generar investigación y desarrollo, entre otras. Avanzar en todo esto no es tarea fácil ni inmediata, pues más allá de alinear fuerzas para tomar decisiones en esas vías, se requiere que los avances sean continuados por los sucesivos gobiernos. Y en el Perú, dada nuestra historia de “fundar y refundar” las cosas, lo tenemos muy difícil, tanto para comenzar como para continuar estas acciones.

Las diferentes cifras que intentan medir las mejoras en competitividad muestran al Perú como un buen alumno en determinadas materias, y en promedio se puede observar avances respecto a otros países. Pero en este tema de crecer y vencer la “trampa del ingreso medio” no solo tenemos que ganarles a los que juegan en nuestra misma liga, sino que debemos ser ambiciosos y ascender a primera división algún día. Para eso, hay que trabajar duro. En otras palabras, poco hacemos al conformarnos y colgarnos medallas por los puestos ascendidos en los rankings, pues no es suficiente para crecer al ritmo necesitado. Sería injusto decir que la culpa es de este o de anteriores gobiernos, pues avanzar en las reformas que nos den la competitividad necesitada requiere la múltiple acción de diferentes fuerzas. Pero necesitamos un capitán que alinee esos objetivos, que no se niegue a hacer reformas y que no tome el camino contrario revisando recetas que se llamaron revolucionarias y nos hundieron más. No ser complacientes y dejar las ideologías de lado pueden ser dos primeros pasos interesantes para avanzar de verdad.

 

Publicado en Gestión el 14 de mayo del 2013