Los desafíos de la Alianza del Pacífico

 

Pablo de la Flor

Ex Viceministro de comercio exterior

 

El Congreso peruano, con solo dos votos en contra, acaba de ratificar el acuerdo de la Alianza del Pacífico (AP), formalizando de este modo nuestra adhesión al bloque comercial más dinámico del subcontinente. Conformada por México, Colombia, Chile y nuestro país, esta asociación busca construir no solo un espacio comercial abierto para el flujo irrestricto de bienes, servicios y capitales, sino también para la libre circulación de individuos (los ciudadanos de los países miembros no requerirán ya de visas de negocios para desarrollar sus actividades en el espacio comercial ampliado).

Los países que integran el bloque tienen una población conjunta equivalente a la de Brasil y representan casi el 35% del PBI del subcontinente, además de ser responsables de más de la mitad de sus exportaciones. Si fuéramos a sumar los aparatos productivos de sus miembros, la AP sería la octava economía más grande del planeta. De allí el marcado interés que esta experiencia ha despertado entre otros países de la región y de fuera de ella (hay 11 observadores). Ya Costa Rica ha sido aceptada al bloque como miembro pleno y Guatemala y Panamá han anunciado de interés de sumarse a las filas de la AP.

El potencial de este bloque queda de manifiesto si consideramos que a pesar de la crisis internacional, el crecimiento de estas economías promedia más de 5% y el comercio entre las partes sigue expandiéndose. Esto en contraste con los guarismos del otro gran bloque de la región, Mercosur, cuyas economías crecen a poco más de la mitad del ritmo mencionado, con un comercio intrabloque en retroceso. Sin duda, este desempeño diferenciado refleja opciones contrastantes en materia de política económica.

De hecho, la creación de la AP parte de las enormes convergencias registradas entre sus miembros, todos ellos comprometidos con la apertura comercial y la preeminencia del mercado como eje articulador del quehacer económico, ello en marcado contraste con las propuestas integracionistas restrictivas que con tan pobres resultados se han ensayado en el continente.

En efecto, los países que integran la AP ya cuentan con una red de TLC que los vinculan entre sí, situación que facilita enormemente la profundización integradora que el nuevo esquema busca promover a través de la homologación de las preferencias más amplias otorgadas, el levantamiento de las excepciones incluidas en acuerdos anteriores, a la adopción de disciplinas de mayor ambición y alcance. No en vano los integrantes cerrarán el año con más del 90% de su comercio liberalizado.

Pero la emergencia de la Alianza del Pacífico es mucho más que un acuerdo de naturaleza comercial. Representa también una apuesta de orden político que aspira a fortalecer vínculos y mecanismos de coordinación entre un grupo de países con una visión común respecto de la mejor forma de organizar sus economías y los arreglos institucionales que de ello se derivan. Sin dudas, se trata de un bloque que rápidamente alcanzará una importante gravitación y protagonismo dentro y fuera de la región. Esta última dimensión resulta especialmente relevante de cara a las exigencias planteadas por la proyección comercial conjunta de los socios AP en los exigentes mercados asiáticos. En esa perspectiva, resulta vital apostar por la promoción conjunta y complementaria de nuestras exportaciones en plazas en las que difícilmente podríamos tener éxito actuando aisladamente.

 

Publicado en Gestión el 26 de junio del 2013