Perú, país pesquero: ¿Para quiénes?

 

Kurt Burneo Farfán

ECONOMISTA

 

¿Perú, país pesquero? Mientras que el promedio mundial de consumo per cápita anual es de 15 kg, en el Perú este es de solo 22 kg, incluso países como España presentan 60 kg anuales (país que ni por asomo tiene la riqueza marina nuestra)… Claro, como el hecho de que 98% de la captura esté destinado a producir harina y aceite de pescado, es parte de la explicación, pero no lo es todo.

¿Por qué el consumo per cápita de pescado es tan bajo? Un factor fundamental es el precio relativo de esta fuente de proteínas: mientras un kg de pollo cuesta US$ 2.53, el kg de bonito, US$ 4.33; el ojo de uva, US$ 5.42, y la cachema, US$ 7.22; y eso sin mencionar pescados más caros, como la corvina, mero o lenguado. Dicho sea de paso, en términos reales, el precio del pescado entre el 2009 y el 2012 se incrementó en 10%. El ama de casa promedio opta por opciones distintas al pescado, por lo caro. ¿Pero por qué lo es? Algunos refieren una mayor demanda por el aumento en los ingresos nominales de los trabajadores -33%, en los últimos 3 años-, además de un cambio en las preferencias, dada la asociación del consumo de pescado con alimentación saludable. El punto es que ya sea porque la gente gana más (más ingresos) y/o es más consciente de los beneficios del pescado fresco (más preferencia), la demanda aumenta, pero tendiendo a ser gradualmente esta mas elástica al existir sustitutos más baratos: pollo, pescado seco salado etc., con lo cual, dada la oferta de pescado fresco, el precio tiende a elevarse, pero manteniéndose estancado el consumo agregado de pescado fresco (300,000 t de un total de 700,000 t destinadas a consumo humano directo), lo que significa que el mercado de pescado fresco se ajusta fundamentalmente por precios que por cantidades. ¿Opciones? Condición necesaria, aunque no suficiente, para moderar esta tendencia incremental del precio del pescado fresco, será aumentar la oferta para consumo humano directo (que no llega ni a 2% de la captura actual, como se verá luego), y es en este asunto donde el ordenamiento del sector orientado al consumo humano indirecto (productor de harina y aceite de pescado) es fundamental.

Señalo esto porque en el Perú si bien la ley de cuotas sirvió para redimensionar el tamaño de la flota pesquera, no lo fue para hacer lo mismo con la actual sobredimensionada capacidad instalada de producción de harina y aceite de pescado, siendo un incentivo muy poderoso el que actualmente el precio de la harina esté en US$ 1,740. Este precio permite que los harineros (legales e ilegales) en los hechos puedan pagar al pescador directamente y sin mucho trámite alrededor de 300 soles la tonelada de pescado capturado (no importa su estado para ser quemado), mientras que si este pescador, alternativamente, destinase la captura para el consumo humano directo, luego de cumplir varias condiciones de conservación, recibiría casi igual: 350 soles. Esto, en parte, explicaría por qué parte de la captura que debería dedicarse al consumo humano directo se redirecciona a la producción de harina y aceite.

Estudios de Imarpe y del Centro de Sostenibilidad Ambiental de la Universidad Cayetano Heredia señalan que del magro 2% de la captura dedicada a consumo humano directo, el 80% se convierte en harina y aceite. Cabe anotar que comparando la producción y la exportación de harina de pescado entre el 2000 y el 2012, en forma acumulada hay una diferencia de 1.591 mil toneladas entre lo exportado y lo producido. Hipótesis explicativas: ¿stocks de harina guardados en pipas de roble como el ron? ¿Mejora de la productividad por encima de los 4.3 tm de pescado por tonelada de harina? ¿O subvaloración de la captura? Un mejor ordenamiento de la actividad productora de harina y aceite permitiría una mayor oferta, pero para que ello se traslade a precios al consumidor, es necesario promover una mejor infraestructura en los desembarcaderos artesanales, sistemas de transporte con cadenas de frío, asociatividad empresarial de pescadores, acceso al crédito etc. Tareas aún pendientes. Al final, si no se reduce el precio relativo del pescado, seguiremos siendo un país pesquero… pero solo para algunos.

 

Publicado en Gestión el 17 de julio del 2013