¿Cuánto vale la liquidez?

 

Claudia Cooper
ECONOMISTA – COMPASS GROUP

 

La liquidez de un instrumento financiero es un atributo importante para definir la compra de un activo. Sin embargo, existen otros factores de riesgo que tienen una importancia similar: en el caso de los instrumentos de renta fija o bonos hay que tomar en cuenta el riesgo crediticio o de default, el riesgo de tipo de cambio y el riesgo de tasas de interés. En el caso de los instrumentos de renta variable, el riesgo referido al crecimiento de la economía y a cambios en los precios de los activos subyacentes cobra especial importancia.

La principal ventaja de la liquidez como atributo de un activo es que se le puede convertir en dinero rápidamente sin asumir costos excesivos. Pero, como toda ventaja, esta no puede tomarse en términos absolutos. Y es que la necesidad real de vender un activo puede confundirse con una incontrolable necesidad de hacer dinero rápido o de desbocarse ante pérdidas temporales.

La necesidad real de vender un activo puede referirse a una emergencia (que requiere de un pago inmediato) o al peligro de arriesgar la estabilidad financiera de quien lo tiene producto de pérdidas continuas e inevitables del valor del activo, debido a causas fundamentales y no coyunturales.

Sin embargo, dada la alta probabilidad de confundir los aspectos coyunturales de una economía o una empresa emisora, con los reales fundamentos que dictarán la trayectoria futura de su estabilidad y rentabilidad, la facilidad de la compra o venta de un instrumento puede llevar a decisiones apresuradas.

Es así que, si evaluamos a conciencia la performance de nuestras decisiones de inversión, veremos que la facilidad de vender nos ha llevado muchas veces a la tentación de comprar un activo de exitosa trayectoria reciente a precio muy caro y a venderlo muy barato (por falta de aplomo) ante ajustes fuertes en el precio.

Un claro ejemplo de ello es la crisis financiera desatada por la quiebra de Lehman Brothers en el 2008. La crisis fue precedida por rentabilidades de los activos peruanos que superaban el 100% anual, lo que llevó a mucha gente a entrar en la bolsa, cuando esta ya estaba carísima ante la riesgosa expectativa de que la gratificante situación de bonanza seguiría indefinidamente. Ante la vertiginosa caída que siguió a la vorágine, muchos de los entusiastas compradores vendieron con igual frenesí, ante la insoportable sensación de empobrecimiento que experimentaban. Y es que en esa ocasión, la coyuntura y los fundamentos se confundían entre sí.

Es en este tipo de contexto en el que la liquidez de un instrumento puede no venir bien. Quienes en teoría estábamos ‘atrapados’ en una AFP (donde se requieren dos meses para solicitar traspasos entre fondos), no tuvimos que esperar, lo que claramente redituó a favor, ya que en los trimestres que siguieron a la quiebra de Lehman, la gran mayoría de activos recuperaron su valor inicial. Así, quienes aventajados por la liquidez compraron caro y vendieron barato a través de inversiones directas o a través de fondos mutuos, nunca recuperaron sus pérdidas.

Una rápida revisión de la performance de los portafolios en el Perú, frente a otras economías con mercados de capitales más maduros, puede darnos algunas luces sobre los efectos de la creciente preferencia por liquidez en el mercado peruano. Y es que si bien la alta capacidad de maniobra viene permitiendo a los portafolios peruanos la rentabilidad más alta de la región, también la ha convertido en la más volátil, lo que viene reduciendo su clara ventaja, especialmente frente a aquellos países que nos aventajan en experiencia y que pasaron ya por amargos episodios.

Habría, pues, que reflexionar frente al rol de la liquidez en las decisiones de inversión para no encumbrarla demasiado e imponerla frente a argumentos referidos a fundamentos macroeconómicos y crediticios de largo plazo.

 

Publicado en Gestión el 15 de octubre del 2013