Iglesias de colores: el barroco en la sierra de Lima

 

Muy cerca de Lima se encuentran varias de las iglesias más llamativas del Perú. En ellas se funden los símbolos y creencias locales con el arte europeo

Iglesias de colores: el barroco en la sierra de Lima

Los dibujos son directos y están dirigidos claramente a la población local. (Foto: Iñigo Maneiro)

 

IÑIGO MANEIRO

 

En la sierra del norte chico hay dos epicentros. Uno de ellos tiene que ver con los baños termales. La zona, de personalidad volcánica, está atravesada por cauces de agua caliente con las propiedades curativas más diversas: dolores de huesos, depresiones, problemas de piel o alergias. Lugares como Churín, Chuichín o Huancahuasi acogen a miles de personas todos los años buscando remedios para sus males físicos y mentales.

En torno a ellos hay otro epicentro, el de las llamadas iglesias doctrinarias. Son cerca de 20 templos que responden a los cambios de la colonización española en el siglo XVII. En esta época, España endurece su política de implantación de los valores cristianos en el país y la persecución de las creencias locales. El brazo ejecutor de esta política, conocida como extirpación de idolatrías, fue el virrey Toledo. Comenzó en Cajatambo y se extendió en torno a Lima, por la presencia del oráculo de Pachacámac y el apu Pariacaca, grandes centros de espiritualidad conectados con el Cusco.

Ese plan de imposición cristiana motiva que se levanten iglesias muy ricas en pinturas murales. Eran iglesias doctrinarias y en ellas, como se puede ver en los templos de Andahuaylillas, Huaro y Canincunca del Cusco, los dibujos son didácticos, directos y dirigidos claramente a la población local: no hay lugar para la duda, se muestran demonios y monstruos y todas las torturas imaginables en el infierno. Pero hay algo destacable en muchas de esas pinturas, curiosamente los primeros que caen en las fauces de las bestias del averno son obispos y señores todopoderosos.

A lo largo de esta sierra cercana a Lima, destacan iglesias como la de San Pedro en Lanchas, cuyo retablo está hecho de maguey, o el templo de Santiago en Andajes, ubicado en la loma de una montaña a 3.500 m.s.n.m., en el denominado por Raimondi Balcón de los Andes. También el de San Bartolomé en Pico en el que destacan los lienzos traídos de Europa o el de San Cristóbal de Rapaz, cuya iglesia no tiene un solo espacio libre de color y dibujos, donde destacan las canastas llenas de frutas y flores, y las sirenas guitarreras. La iglesia aparece en la lista de World Monument Watch como monumento que necesita urgente restauración para que sus riquezas puedan seguir siendo contempladas por las generaciones futuras. En Rapaz, protegido en una pequeña casa inca, también se encuentra el kipu Cajakay que con 100 metros es el más largo del Perú.

Para llegar a estos lugares, se atraviesan valles ricos en calor y agricultura, en los que el alfajor, el manjar, las tejas de durazno, las naranjas rellenas, el cuy y los camarones son sus platos estrellas. Un buen inicio, o un buen final, tras contemplar los tormentos que nos esperan en un infierno lleno de color.

 

Publicado en El Comercio el 14 de octubre del 2013