El riesgo de la inflación baja

 

Jorge Rojas

PROFESOR DEL DEPARTAMENTO DE ECONOMÍA – PUCP

 

El día 12 de noviembre, en este diario se publicó un artículo titulado “Riesgosa baja inflación”, elaborado por la revista The Economist. El artículo hace notar una serie de efectos indeseados de una inflación baja: impide la disminución de la carga de la deuda de familias, empresas y gobiernos; induce una disminución del gasto de los consumidores y entorpece el ajuste a la baja de los salarios reales.

Pero el efecto al cual se da más importancia se refiere a que una inflación baja también socava la capacidad de los bancos centrales para combatir las recesiones mediante la disminución de las tasas de interés, pues al estar estas cercanas a cero la única manera de disminuir la tasa de interés real es haciéndola negativa vía un aumento en el nivel de precios.

Luego reconoce que no es que no se haya hecho nada, pues los balances de los bancos centrales han explotado desde el 2008, pero advierte que el resultado no ha sido un aumento en los precios de los bienes y servicios, sino más bien de los activos financieros. A pesar de eso, se limita a sugerir como solución que los bancos centrales continúen administrando sus tasas de interés, pero aumentando sus metas de inflación y reduciendo sus metas de desempleo.

Pues bien, un primer comentario que podemos hacer es que se reconoce que las políticas de expansión monetaria no apuntan tanto a aumentar el nivel de actividad (la producción), sino más bien el nivel de precios. Por otro lado, el artículo no discute las causas de la inflación baja, la cual es solo parcialmente explicada por políticas monetarias restrictivas, siendo otro factor las importaciones de manufacturas asiáticas baratas, y la acumulación de reservas por parte de China, que impidió la devaluación del dólar.

Puesto que las políticas monetarias no pueden inducir directamente un aumento de la producción, sino solo a través de un aumento en el gasto agregado, una cuestión central es explicar su inefectividad para inducir un aumento del gasto privado. En el caso del gasto de las familias, a los factores considerados por The Economist debemos agregar el “efecto riqueza” negativo que resultó de la caída en los precios de los activos, así como también el estancamiento de los salarios reales. Una opción en este caso es seguir la sugerencia de Milton Friedman de utilizar el “helicopter money”, esto es que la FED imprima dinero, no para prestarlo, sino para regalarlo (se supone que desde un helicóptero).

En el caso del gasto de las empresas (inversión), la única explicación plausible es la baja rentabilidad del capital productivo como resultado de un rezago tecnológico y de la pérdida de competitividad frente a los ‘tigres asiáticos’ y la China. En este caso, no existen soluciones de corto plazo, y la competitividad deberá ser recuperada mediante una combinación de avances tecnológicos y menores salarios en Estados Unidos, y mayores en las economías emergentes.

En el caso de las exportaciones, el problema es más complicado, puesto que EE.UU. necesita devaluar el dólar en términos reales, y para eso requiere que su tasa de devaluación sea mayor que su tasa de inflación. El problema es que los demás países no solo pueden ver las políticas expansivas de la FED como un medio para “exportar inflación”, sino también recurrir a devaluaciones competitivas. En este caso, la solución necesariamente pasa por un aumento del gasto corriente de la China y de otras economías con elevados niveles de reservas internacionales.

 

Publicado en Gestión el 15 de noviembre del 2013