Hornillos, una apacible reserva en las costas de Arequipa

 

En este litoral, Miguel Grau ocultaba al Huáscar en tiempos de combate. Sus aguas son ideales para nadar y practicar el remo.

Las apacibles playas de este lado de Arequipa se prestan para realizar diferentes actividades. (Foto: Julio Angulo)

Las apacibles playas de este lado de Arequipa se prestan para realizar diferentes actividades. (Foto: Julio Angulo)

 

CARLOS ZANABRIA

Arequipa vive de espaldas a la costa. No es extraño, por ello, que las playas más tranquilas de esta región no sean conocidas. Un ejemplo de ello es la Reserva Nacional de Hornillos.

El viaje comienza en la caleta Quilca, donde Miguel Grau ocultaba el Huáscar para burlar a los chilenos, según narran las crónicas. Desde Quilca es posible llegar a playas casi vírgenes como San José, Ancumpita, Arantas, pero esta vez nuestro destino es isla Hornillos, una invaluable reserva de especies.

En las enormes rocas los lobos marinos descansan inmóviles, y sus pequeñas crías juguetean alrededor de sus madres; en el mar, los lobos jóvenes nadan alrededor de la embarcación que abordó El Comercio; y en las cuevas, los lobos ancianos gritan cuidando el territorio.

En la oscuridad de las cuevas las lobas paren a sus crías. A medida que crecen, se alejan y buscan rocas para asolearse. Pero no están solos. Con ellos conviven los pingüinos de Humboldt. Estas pequeñas aves corren por las rocas para alejarse de los intrusos que muy eventualmente pisan esta isleta.

En la travesía es habitual cruzarse con Bapu, la embarcación de la caleta San José donde funciona un refugio ecológico que ofrece alojamiento a los turistas y la posibilidad de recorrer Hornillos y otras caletas cercanas.

Una parada obligatoria en Honoratos, bahía que integra dos playas idénticas, separadas por un acantilado. Por la carencia de olas, adultos y niños pueden nadar sin problemas, y el agua transparente ofrece las condiciones perfectas para observar peces y estrellas de mar.

El viaje concluye en La Huata, un litoral que aloja a unos hornillos que dan el nombre a la reserva: construcciones de piedra recubierta de ceniza volcánica que tienen como armazón huesos de ballena. Los incas los usaban para deshidratar el cochayuyo que llevaban al Cusco.

Cae la tarde y es hora de regresar a Quilca. Aquí uno se imagina cómo hacía Grau para que el Huáscar pasara desapercibido en medio de las rocas.

TURISMO DE AVENTURA

El pasaje de Arequipa a Camaná en colectivo cuesta S/.20. De allí se puede abordar buses que cobran S/.8 por trasladarlo a Quilca.

La travesía a Hornillos aún es costosa (bordea los S/.800). Por eso los turistas solo se animan a recorrer el litoral frente a Quilca.

Se pueden tomar los servicios de la caleta San José. El traslado al refugio y el paseo por Hornillos cuesta S/.600 por persona e incluye el traslado, alojamiento, comidas implementos para kayac y buceo.

 

Publicado en El Comercio el 19 de enero del 2014