¿Quién dirige la economía?

 

Richard Webb

 

“Propagar las ideas económicas es promover la prosperidad de una Nación.” Con esa frase, J. M. Rodriguez empezó su clásico análisis de la economía peruana, publicada en 1895. ¿Pero, las ideas de quién?

Todo indica que las ideas que más tomaron raíz en el Perú fueron importadas. La opción intelectual favoreció las recetas económicas de origen en Inglaterra, Alemania, los Estados Unidos, e incluso Chile. Cuesta esfuerzo identificar una verdad de la economía Made in Peru.

Una explicación sería que la ciencia económica es concebida, precisamente, como una ciencia, un conjunto de verdades absolutas sustentadas en la racionalidad economicista del ser humano, independientemente de su nacionalidad. A nadie se le ocurre que la ley de la gravedad es válida en Francia pero no en Turquía. Quizás el rechazo ha sido mayor en el Perú por una tendencia a la descalificación propia. Con la excepción reciente de la culinaria el producto nacional ha sido considerado un producto inferior.

Sin embargo, sorprende el cambio continuo en las ideas que han dirigido las políticas nacionales en distintos momentos. En los años sesenta, por ejemplo, la “ortodoxia” internacional abogaba por una fuerte intervención estatal en la economía. El Banco Mundial de esa época exigía como pre-requisito para un crédito que el país prestatario tuviera una institución de planificación, y apoyaba a los bancos estatales de fomento de la agricultura, industria y otras actividades. De otro lado, no apoyaba ni alentaba el gasto en la educación o salud. Esas prácticas del Banco Mundial reflejaban la ortodoxia que se aprendía en las universidades norteamericanas y europeas en esos años.

Otra influencia importada fueron las ideas de la CEPAL, institución ubicada en Chile, cuyos economistas ayudaron directamente en la creación del primer Instituto de Planificación en 1962, y capacitaron a los primeros técnicos de esa entidad, propagando ideas que guiaron a los gobiernos de Belaúnde y Velasco. El economista chileno Pedro Vuskovic, quien dirigió esa capacitación, más tarde sería el ministro de economía de Salvador Allende.

Siguiendo la ascendencia política de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Helmut Kohl, la marea de ideas intervencionistas que dominaron nuestras políticas en los años sesenta y setenta fue reemplazada a partir de 1980 por una nueva marea de ideas, esta vez anti-intervencionistas. El cambio “científico” podría compararse al descubrimiento de que la ley de gravedad había sido un error. En los años noventa llegó una nueva marea de verdades económicas, priorizando la educación y salud, la participación, el rol de la mujer, y la sostenibilidad ambiental. También se había descubierto que las instituciones jugaban un papel central en el desarrollo. Y parecería que los descubrimientos no acaban. Hoy vemos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario ambos ahora consideran que las políticas redistributivas son esenciales para el desarrollo.

Nos iría mejor con menos inestabilidad intelectual, que es más un reflejo de cambio político en los países desarrollados que de verdaderos descubrimientos científicos. Se requiere un mayor reconocimiento de que los resultados económicos dependen no sólo de leyes básicas sino además del contexto en el cual ellas funcionan, que son las instituciones, cultura e historia de un país.

 

Publicado en El Comercio el 12 de mayo del 2014