El discurso del 28 y el gobierno del 14

 

Carlos E. Paredes

 

1. El pasado 28 de julio, al igual que en los 3 años anteriores, me senté a escuchar el discurso del presidente de la república. Estaba en Arequipa con mi familia y el discurso me dio la excusa perfecta para no ir a visitar nuevamente el Molino de Sabandía. Debo confesar que en el contexto económico y político actual, no esperaba mucho del discurso presidencial, solo aspiraba a salvarme de la visita a Sabandía y de otro rocoto relleno en una nueva picantería...

2. Y… ¡sorpresa positiva! Éste fue el mejor mensaje a la nación del presidente Humala hasta el momento. Y aunque los críticos implacables seguramente dirán que el que éste haya sido el mejor discurso del presidente no quiere decir mucho, no es difícil concluir que el mensaje fue positivo, sobre todo cuando se toma en cuenta las circunstancias en que éste se dio. Pero, al igual que en anteriores oportunidades, las críticas y quejas no se hicieron esperar. Creo que la frustración y el tono de algunos artículos críticos se explican porque sus autores contrastan lo que escucharon con lo que les hubiese gustado escuchar en un mundo ideal. El problema es que no estamos en ese mundo ideal, estamos en el Perú del 14.

3. Y en este Perú del 14, en que la economía se desacelera, donde la bancada oficialista no hace sino perder integrantes, y en que los escándalos de corrupción y la violencia dejan de ser hechos aislados para convertirse en la norma del diario vivir de los peruanos, escuchamos a un presidente enfocarse en los temas centrales del desarrollo: educación y salud. Además, el presidente se afirmó en su compromiso con la estabilidad macroeconómica y en el rol central de la inversión privada como motor del crecimiento. Y cómo no, también se refirió a la inclusión social y anunció políticas concretas en este campo que, aunque no creo que tengan un impacto real significativo, supongo que cumplen con atender el compromiso que asumió con su electorado.

4. Coincido con muchos analistas en que los anuncios en materia de educación fueron sencillamente extraordinarios (¡gracias Ministro Saavedra!). Los anuncios en materia de salud también fueron ambiciosos y apuntan en la dirección correcta, aunque no estuvieron tan bien articulados como los primeros. Quedé sorprendido con la propuesta de corregir, aunque sea parcialmente, el tema de la distribución del canon. Lograr esto, en el medio de elecciones regionales y municipales, en un contexto en que el oficialismo ha perdido el control del Congreso, no será nada fácil.

5. En contraposición con los anuncios en educación y salud, me quedo preocupado con algunos temas de índole macroeconómico. Los anuncios de incrementos importantes en el gasto en algunos sectores no vinieron acompañados por anuncios de recortes en otros rubros. Y aunque es verdad que ante la desaceleración económica, resulta importante dinamizar el gasto, el problema reside en que se haya optado por fomentar el consumo en el corto plazo incrementando el gasto corriente del sector público de manera permanente. Y esta preocupación seguirá siendo válida mientras no se anuncien recortes en otros sectores (¿dejaremos finalmente de gastar en juguetes de guerra tras el fallo de La Haya?).

6. Con la modestia que caracteriza a los economistas, debo confesarles que mi propuesta de bajar el IGV en dos puntos por un año me gustaba mucho más para enfrentar la actual desaceleración de la economía. El ministro Castilla optó por apostar por la inversión permanente en el capital humano; es una buena apuesta, pero tendrá que ser complementada con futuros recortes de gasto en otros sectores.

 

Publicado en Gestión el 7 de agosto del 2014