Crecimiento económico: ¿A quién le compete y cómo lograrlo?

 

José Ricardo Stock

 

Estamos hablando tanto del crecimiento económico que debería tener el Perú, o el que alcanzará a fin de año que, resulte lo que resulte, nos dejará a todos inconformes.

El error está precisamente en cifrar nuestros anhelos o propósitos en metas de crecimiento, con métricas diversas, y discutiendo por décimas. Parecería que el gran objetivo nacional fuera crecer X%, cuando lo verdaderamente importante es cómo será esa evolución y, especialmente, a costa de qué.

Buena parte de los mecanismos planteados van por el lado monetarista, por la vía del fomento del consumo. No parece ser el mejor camino ya que, de esta manera, si bien se puede lograr un repunte de demanda, este será ficticio, temporal y, finalmente, ineficaz. Se fomenta así un afán consumista que empuja a lo superfluo, al derroche, al endeudamiento inconsciente. Estoy con-vencido de que en los individuos hay que promover el ahorro antes que el consumo, porque de este modo se generarán los recursos suficientes para impulsar la alicaída inversión privada. Aunque esto solo no basta. Deben darse mecanismos que faciliten que las empresas puedan invertir en bienes de capital, en tecnología, en procesos de última generación, en educación y capacitación, a fin de ganar competitividad. El crecimiento genuino vendrá cuando las empresas logren modernizarse, para estar presentes en todos los mercados; cuando nuestras competencias distintivas se perfeccionen, exigiendo calidad, orden y eficacia en todos los procesos, cuando hablemos mano a mano con el primer mundo, aprovechando nuestras cualidades y circunstancias. Hay que facilitarlas condiciones para que los individuos y las empresas puedan tomar sus propias decisiones, sin encontrar en el Estado ni el patrón dirigista y dominante, ni el paternalista o regalón.

Es imperioso trabajar en dos aspectos: en una seria y decidida reforma del Estado y en la aplicación prudente pero exigente del principio de subsidiariedad, ya que de esta manera se logrará ir hacia un genuino crecimiento.

Podría parecer que se pasó la hora para esta reforma, pero nunca es tarde si se quiere emprender, al menos en parte. ¿Dónde quedaron las medidas de destrabe? ¿Es que es tan difícil cortarle los tentáculos a este pulpo? Reformar el Estado no es ponerlo patas arriba sino quitar con valentía y eficacia unas cuantas de las mil pequeñas maromas que traban el accionar empresarial. Con acierto se estableció un think tank para destrabar, pero parece que se quedó sin think o no arrancó el tank. ¿Habrá caído en sus propias redes? ¿Es posible que no haya funcionarios dispuestos a eliminar su propio accionar? O debemos crear organismos para destrabar, que reemplazarán a los destrabados…

Por otra parte, las empresas y en particular los empresarios, que son agentes de cambio, deben tomar la delantera: no hay que esperar a ver qué hace el Estado. No pueden esperar a tener todas las condiciones; hay que apostar por el país, y así quienes primero partan, primeros llegarán.

Conozco muchos y muy buenos empresarios y directivos, de empresas pequeñas, medianas y grandes: son un potencial formidable para el crecimiento económico. Tan solo requieren normas sencillas, claras, coherentes. Ellos contribuirán a hacer las autopistas para el desarrollo económico del país; es importante que luego, los gobiernos regionales, municipales o el nacional no las llenen de semáforos o rompemuelles. Estado y empresa irán de la mano, si hay confianza; si se habla con verdades en ambos lados. Yo confío. ¿Y usted?

 

Publicado en Gestión el 26 de agosto del 2014