¿Y nuestra segunda pesquería?

 

Carlos E. Paredes

 

1. La pesquería de pota es nuestra segunda pesquería, tanto en volumen de captura (415,000 TM en el 2013) como en términos de valor exportado (US$ 329 millones en el mismo año), y la primera en materia de generación de empleo. Para apreciar su tamaño, es útil notar que la pota pescada en Perú representó el 54% de la captura mundial de esta especie en el último quinquenio. Nuestros desembarques de pota equivalen aproximadamente a los desembarques totales de Holanda o de Francia (de todas sus pesquerías), y casi al doble del de lo italianos, portugueses o alemanes. Se trata, pues, de una pesquería muy grande, que podría y debería generar mucha riqueza.

2. Pero, pese a su importancia, existe poco conocimiento científico y económico sobre la misma. El IMARPE no ha contado con suficientes recursos para monitorear e investigar adecuadamente a esta especie. Por otro lado, la ausencia de supervisión de la pesquería ha llevado a que nuestro conocimiento sobre la economía de la pota sea muy limitada. Sólo tenemos una idea aproximada de los desembarques, pero no sabemos con precisión dónde se pesca el recurso, ni cuántas embarcaciones poteras realmente hay, ni en qué condiciones se realizan las faenas de pesca.

3. Un estudio reciente sobre esta pesquería (Paredes & De la Puente, 2014), auspiciado por el CIES, presenta un primer diagnóstico comprehensivo que revela una realidad compleja. La mayoría de pescadores que se dedican a esta actividad no se beneficia de la renta que este recurso podría generar. Por el contario, viven en situación de pobreza y trabajan en condiciones calamitosas. Sin duda, la informalidad que impera en esta pesquería, producto de una normativa mal concebida y una institucionalidad muy débil, ha empobrecido al pescador.

4. Según el IMARPE, la pota es un depredador voraz y generalista (come de todo, incluyendo especies de mayor valor comercial), además de ser una especie sub-explotada. Mientras que en otros países se promueve su captura, aquí restringimos el acceso de la flota industrial, nacional y extranjera, a esta pesquería, a pesar que en el pasado las embarcaciones poteras de bandera extranjera fueron las que desembolsaron los mayores derechos de pesca (por TM) pagados por cualquier armador en la historia pesquera del país.

5. Tal vez motivados por algún objetivo pobremente definido, pero seguramente guiados por el desconocimiento, hemos forzado que esta pesquería sea destinada exclusivamente a la flota artesanal. Debido a su escala y tecnología ineficiente, esta flota no puede explotar el recurso de manera rentable y, mucho menos, pagar derechos de pesca. Esta es la razón por la cual, cada año podríamos estar dejando más de 400,000 TM de pota en el mar, sin ningún beneficio para el país. Es más, la pota que sí capturamos no llega a puerto en condiciones sanitarias óptimas y, por tanto, es castigada con menores precios en el mercado.

6. ¿Y los pescadores artesanales de pota? Trabajan en condiciones de alto riesgo, en la informalidad total, sin protección alguna y generando ingresos casi de subsistencia en las temporadas bajas. Este es el resultado de haber bloqueado el aprovechamiento eficiente y lucrativo de esta especie por embarcaciones modernas. Tanto es así que flotas asiáticas recorren el Pacífico para poder pescar al borde de nuestras 200 millas, aunque sin beneficio alguno para el Perú.

7. Sin duda, hacer diagnósticos es más fácil que diseñar e implementar políticas, pero es claro que debemos repensar qué es lo que vamos a hacer con nuestra segunda riqueza pesquera.

 

Publicado en Gestión el 4 de setiembre del 2014