De la bonanza a la desaceleración

 

Carlos E. Paredes

 

1. El viernes pasado tuve la oportunidad de participar en un panel sobre el potencial de las inversiones mineras en el Perú; era el cierre de Expomina 2014, el auditorio estaba repleto y la gente se veía muy contenta. La feria minera había sido un éxito: 1,100 stands, más de 80,000 visitantes, 80 conferencias, más de US$ 500 millones en intenciones de compras…

2. Tras escuchar a los que me precedieron en el uso de la palabra, me dirigí al auditorio y pregunté: “¿Cuántos de ustedes creen que la desaceleración de la economía post-2011 se debe al menor dinamismo de la inversión privada?” Más de cien manos arriba… “¿Y cuántos de ustedes creen que entre las principales causas de la desaceleración de la inversión privada está la disminución de la inversión minera?” Más manos levantadas… y entonces, levantando la voz un poco, pregunté: “¿Y cuántos creen que esto es primordialmente responsabilidad del gobierno?...” Casi todas las manos estaban levantadas, la gente estaba emocionada, me sentía como un director de barras a punto de gritar algo, un lema cualquiera, para desatar los gritos y los aplausos…

3. Pero no, lo que vino no fue una confirmación de la preconcepción a la que había aludido con mi última pregunta, ni de la idea fácil de que todo sería mejor solo si los demás se portasen bien, es decir, como nosotros queremos que se porten. Lo que hice fue contrastar la percepción del auditorio con la realidad. Al respecto, las estadísticas de precios de los minerales que exportamos son reveladoras: entre 1990 y el año 2000, el cobre disminuyó en 22%, el oro en 27%, el zinc en 26% y el plomo en 43%, solo la plata registró un aumento: 4%. En cambio, entre el 2000 y el 2011 estos precios dieron un vuelco impresionante: el cobre aumentó en cerca de 400% y el oro en 460%, el zinc se duplicó, el plomo se incrementó en 420%, mientras que la plata se multiplicó por 7. Pero a partir del 2011 todos estos precios volvieron a caer (el cobre y el oro han caído en alrededor del 20% desde entonces).

4. Gran parte de lo que vivimos en lo últimos 10 años, la gran aceleración y la posterior desaceleración, tiene mucho que ver con los precios de los minerales. Es más, podemos afirmar que la desaceleración post-2011 no se explica principalmente por la política económica del actual gobierno. ¿Acaso es muy diferente que la de los gobiernos de García (II) o Toledo? Al respecto es interesante notar que a pesar del ruido político y del sinnúmero de declaraciones poco felices de los últimos 3 años, tanto de gobernantes como de gobernados, la inversión privada no se retrajo después del 2011; como porcentaje del PBI, llegó a su nivel más alto en el 2013 (20.8%). Es más, para muchos será sorprendente constatar que mientras que la inversión minera representó 10.8% de la inversión privada entre el 2006 y el 2010, esta participación más que se duplicó en el 2011-2013 (22.3%).

5. Sin duda, gran parte del crecimiento durante la primera mitad del gobierno de Humala se debió al dinamismo de la inversión minera (incubada durante los años de bonanza). Y la desaceleración por la que podría recordarse a la segunda mitad de su gobierno se explicaría por el bajón de la inversión privada en general (y no sólo de la minería). En este contexto, la pregunta que tenemos que responder es: ¿cómo vamos a recuperar el dinamismo de la inversión privada, en particular de la inversión minera, ahora que el “súper ciclo de los commodities” parece haber llegado a su fin?

6. ¡Tremendo reto el que asume Alonso Segura y su equipo! Desde aquí les deseamos todo el éxito en la difícil tarea que les toca enfrentar.

 

Publicado en Gestión el 4 de setiembre del 2014