INTERCAMBIO DE GOLPES

Francia fija impuestos a los servicios digitales. Estados Unidos se alista para contraatacar.

"No te impongas impuestos, no me lo impongas a mí, impónselos al que se esconde detrás del árbol". Esta frase se ha usado para mofarse del público estadounidense, averso a la tributación. Hoy, refleja quejas contra el Gobierno francés, que el 25 de julio introdujo un impuesto a los servicios digitales. Compañías como Amazon, Facebook y Google están protestando porque están siendo tratadas como el sujeto detrás del árbol.

El presidente Donald Trump ha estado impaciente por contraatacar. Es que el unilateralismo es un lenguaje que él entiende. En el centro de la disputa está en un descalce entre dónde las empresas generan sus ganancias y dónde estas son declaradas para fines tributarios.

Los gobiernos se quejan de que en vista que data e ideas pueden cruzar fronteras, las utilidades imponibles pueden escurrirse de los dedos de sus entes recaudadores.

La solución cooperación internacional, para evitar que todos intenten gravar lo mismo. Pero las negociaciones, supervisadas por la OCDE, están demorando mucho para Francia. De ahí que haya aplicado una tasa de 3% a los ingresos generados por servicios proveídos a usuarios franceses de plataformas online y publicidad digital.

El impuesto está pensado como una media provisional que será levantada cuando se alcance un arreglo internacional. De hecho, podría hacer que sea más probable ponerse de acuerdo, pues las empresas afectadas podrían preferir eso que enfrentar impuestos unilaterales, y hagan lobby a favor.

No sorprende que el Gobierno de Trump se sintiera ofendido. Comenzó a investigar el impuesto francés bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio Exterior de 1974 -la misma con la que justificas sus aranceles a productos chinos-. El 19 de agosto, ocho funciones escucharon los reclamos formales de las compañías. "No podemos absorber este gasto", afirmó un representante de Amazon. A nadie le gusta ningún impuesto nuevo, pero las compañías tienen razón porque se supone que las reglas del comercio internacional están diseñadas para evitar que los gobiernos traten a las empresas extranjeras de manera distinta que a las locales. Y al parecer, el Gobierno fránces se ha centrado únicamente en las grandes tecnológicas estadounidenses.

El impuesto solamente gravará a empresas con al emnos $830 millones en ingresos globales por servicios digitales "relevantes" y al menos $25 millones provenientes de usuarios franceses de esos servicios. Estos límites excluyen, convenientemente, a la mayoría de empresas galas. Otros indicios adicionales al respecto se observan en el apodo que han recibido al gravamen, "impuesto GAFA" -en referencia a Google, Appe, Facebook y Amazon-. También parece que los franceses han definidio de manera selectiva los servicios gravados. No fueron considerados los servicios digitales basados en suscripciones ni tampoco los sitios web de micromecenazgo (crowdfunding) ni los servicios de pagos digitales.

De manera más amplia, Hosuk Lee Makiyama, del Centro Europeo de Economía Política Internacional, centro de investigación basado en Bruselas, subraya la inconsistencia de la postura francesa. Dice que Francia quiere una parte de las ganancias corporativas del negocio digital de Estados Unidos, pero es reacia a aceptar nuevas reglas que posibilitarían que las autoridades tributarias chinas compartan las ganancias que las marcas de lujo francesas obtienen (en ese país asiático).

El Gobierno estadounidense parece casi seguro de que encontrará fallos en la medida francesa. En ese caso, Estados Unidos podrá presentar un reclamo a la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, es más probable que Trump combata unilateralismo con unilateralismo y que eleve impuestos a personas o empresas galas, o imponga aranceles a las importaciones desde el país europeo.

Hasta la semana pasada, Trump parecía inclinida a aumentar los gravámenes al vino francés.

Si eso llegase a ocurrir, los defensores del libre comercio seguramente refunfuñarán de que Trump habrá elegido nuevamente el conflicto comercial en lugar de la cooperación. Pero lo irónico es que, tras bambalinas, sus funcionarios han estado actuando constructivamente en las conversaciones multilaterales de la OCDE.

Mientras que el Gobierno de Barack Obama se resistió a aceptar más reformas, particularmente aquellas que pudiesen afectar a las tecnológicas estadounidense, Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro de Trump, es más abierto a esos cambios. Podría parecer que los franceses, al usar la acción unilateral para presionar a una parte negociadora, le están dando de probar su propia medicina a Trump.

Pero lo que han hecho es dificultar las conversaciones. Podría ser que Mnuchin no sea capaz de obtener la aprobación de Trump de ninguna reforma de la OCDE, pero ahora la disputa está jugándose en el Twitter presidencial. Y por esta única vez, Trump podrá negar que él la inició.

Publicado en Gestion, 27 de agosto del 2019.