EN DEFENSA DE LOS MULTIMILLONARIOS


Vapulear a los multimillonarios está ganando popularidad -en especial entre precandidatos a la presidencia de Estados Unidos-.

Elizabeth Warren quiere tomar el 6% de su riqueza cada año y Bernie Sanders dice que "no deberían existir". Una consigna de la izquierda dice: "Todo multimillonario es un fallo de política económica. También está bajo fuego en la campaña electoral británica. El líder del partido Laborista, Jeremy Corbyn, ha prometido ir tras los plutócratas.

No es novedad que los izquierdistas critiquen la inequidad, pero la idea de que las enormes fortunas personales solo son posibles por errores gubernamentales sí es nueva y más seria. También es equivocada. En el mejor de los casos, la riqueza personal es una señal poco fiable de mala conducta o de políticas fallidas. Y los ataques de la izquierda están basados en solo una pizca de verdad.

En sectores concentrados y en ambos lados del Atlántico, demasiadas compañías obtienen ganancias excepcionales. Algunos ricos han prosperado donde la competencia ha fallado. Facebook y Google dominan la publicidad online, a Warren Buffett le agradan las empresas que poseen "fosos" que las protegen de rivales y el sistema político estadounidense está plagado de lobistas. Alrededor del 20% de los multimillonarios de ese país hizo fortuna en secretos donde la regulación actúa en favor de sus empresas o donde hay deficiencias de mercado.

Pero muchos otros operan en mercados competitivos. La cadena de tiendas por departamento de Mike Ashley, uno de cinco acaudalados criticados por Corbyn, es conocida por sus bajosn precios y por competir despiadadamente -así como por sus cuestionables condiciones laborales-, no por aplicar prácticas rentistas. Y por cada Mark Zuckerberg, el CEO de Facebook, hay numerosos emprendedores tecnológicos con cantidad de rivales.

Es el caso de Anthony Wood, creador de Roku, una plataforma de streaming de video; o de Tim Sweeney, cofundador de la empresa detrás del videojuego "Fortnite". Nadie podría acusar a estos innovadores de haber manipulado sus mercados o de depender del favor estatal. Lo mismo se puede afirmar de deportistas como Michael Jordan o músicos como Jay Z, ambos multimillonarios. Hasta los fondos de cobertura enfrentan la feroz competencia de los fondos de inversión, motivo por el cual muchos están tirando la toalla.

Cuando el capitalismo funciona bien, la competencia reduce las ganancias para algunos, pero también las genera para emprendedores que conquistan mercados donde los dominadores se quedan dormidos. Con el tiempo, su éxito desencadenará otro cilo de disrupción, pero entretanto, se generan fortunas. Los fundadores de la red social MySpacee se hicieron ricos tras venderla a News Corp, luego llegó Facebook y se la almorzó, y Blockbuster ayudó a hacersemultimillonario a Wayne Huizenga, hasta que apareció Netflix.

Este proceso genera amplios beneficios para la sociedad. Según estimaciones del economista William Nordhaus, entre 1948 y el 2011, los innovadores solo capturaron el 2% del valor que crearon. Quizás por ello los multimillonarios son tolerados incluso en pasíses con impecables credenciales de democracia social: Suecia y Noruega tienen más multimillonarios per cápita que Estados Unidos.

Los impuestos deben tener escalas, pero eso no justifica ni redistribución ilimitada ni tributos punitivos. Warren ha duplicado la tasa de impuesto a la riqueza que propone y Thomas Piketty, economista detrás de muchas de las estadísticas más citadas sobre inequidad, propone un impuesto a la riqueza que llegue hasta 90%. Tal expropiación enfriaría los incentivos para innovar y asignar eficientemente el capital.

Una economía con menos emprendedores podría tener menos ricos, pero a larga será menos dinámica, empeorando la situación de todos. La riqueza es preocupante cuando se atrinchera o se escuda de las fuerzas disruptivas. De ocurrir ese deterioro, los gobiernos deben abordarlo directamente. A pesar de lo que diga Corbyn, Reino Unido no es corrupto según estándares globales -por ejemplo, el soborno es raro-, pero sí tiene un problema con la riqueza heredada, que es la fuente del 20% de las fortunas. Impuestos a la herencia más altos serían bienvenidos allí y en Estados Unidos, donde es demasiado fácil traspasar la riqueza entre generaciones.

Una agenda más amplia que ataque las prácticas rentistas y mantenga el dinamismo, debilitaría las excesivas protecciones a la propiedad intelectual, que con frecuencia duran demasiado -vender Lucasfilm más de tres décadas después de la primera "Star Wars" no debió haberle reportado US$ 4,000 millones a Geore Lucas-.

Más importante aún, corregiría la legislación sobre financiamiento de campañas electorales ya que librar+ia al sistema político de ser capturado por intereses corporativos. Todo esto haría mucho más que atacar indiscriminadamente a los ricos -y sin el daño que eso causaría-. Hay que corregir los fallos de política económica, pero los multimillonarios son usualmente el blanco equivocado.

 

Fuente: Gestión, 12 de Noviembre del 2019.