DEMASIADO PARA ESCOGER

 


El teniente gobernador de Texas, Dan Patrick, es lo que mi padre hubiese llamado "una joyita". A principios de la pandemia, dijo que los adultos mayores deberían estar dispuestos a arriesgarse a morir para que los jóvenes puedan "retornar al trabajo".

En febrero, señaló que los texanos que debían pagar US$ 17,000 en electricidad luego de la tormenta de nieve tienen la culpa porque no leyeron "la letra pequeña".

¿No es curioso que políticos que condenan a los elitistas liberales hablen con desdén cuando los estadounidenses comunes se meten en problemas?, aunque lo que me asombra de la opinión de Patrick es cómo fue que nos convertimos en un país donde las familias pueden enfrentar la ruina a menos que revisen con mucho cuidado algo tan mundano y rutinario como su contrato de electricidad.

Margot Sanger-Katz documentó para The New York Times que muchas personas terminan con fuertes cargas financieras porque escogen un mal seguro médico, hasta los expertos tienen dificultades para determinar cuál es el mejor. Pero hay más: una causa de la crisis financiera fue la proliferación de contratos financieros novedosos, como las hipotecas que solo cobraban intereses, que se veían atractivas pero exponían a los deudores a enormes riesgos.

Lo que estos casos tienen en común es que son fotos de un país donde a muchos se nos ofrecen demasiadas opciones, de formas que pueden hacer mucho daño. Tanto la teoría económica básica como la ideología conservadora dicen que siempre es positivo tener más opciones. La propagación de esta ideología ha convertido a Estados Unidos en un lugar donde muchos aspectos de la vida normal ahora requieren la toma de decisiones potencialmente funestas.

No se obtiene una pensión de jubilación, sino que hay que decidir cómo invertir el fondo individual. Cuando alguien cumple 65 años, no solo ingresa a Medicaresino que tiene de decidir a qué planes acceder. No solo se contratan servicios de electricidad y telefonía, también hay que escoger entre una amplia variedad de opciones.

Algo de esta expansión, quizás la mayor parte, fue positivo. Yo no extraño los días en que todos los teléfonos eran de AT&T y los clientes no podían cambiar sus propios aparatos.

Sin embargo, el argumento de que más opciones siempre es positivo depende del supuesto de que la gente posea capacidad más o menos ilimitada para revisar con detenimiento cada contrato por cada aspecto de su vida, y el mundo real no es así. La gente tiene hijos que criar, trabajos que hacer, vidas que vivir, y capacidad limitada para procesar información.

La lección de las hipotecas subprime, los seguros médicos y ahora la electricidad en Texas es que, a veces, cuando a la gente se le ofrecen demasiadas opciones cometen errores más grandes de lo que pudiesen imaginar. Pero eso no es todo.

La existencia de demasiadas opciones crea espacio para la aparición de depredadores que sacan provecho de nuestras muy humanas limitaciones.

Antes de la crisis subprime, Edward Gramlich, funcionario de la Reserva Federal que alertó en vano sobre el potencial de desastre, preguntó, "¿Por qué los productos crediticios más riesgosos son vendidos a los deudores menos sofisticados?".

E indicó que la pregunta "se responde por sí sola: probablemente son embaucados". De manera similar, es claro que hay mucho aprovechamiento en las facturas médicas y las víctimas son desproporcionadamente los menos preparados para entenderlo.

A parte de eso, yo diría que el exceso de opciones está causando daño sicológico en muchos estadounidenses, incluso cuando no sufren ningún desastre financiero. Cada vez hay más investigaciones que indican que los costos de la pobreza van más allá de las dificultades de las familias de bajos ingresos para pagar sus necesidades básicas. También enfrentan una fuerte "carga cognitiva" la constante necesidad de tomar decisiones difíciles, como definir si comprar comida o pagar el alquiler.

Dado que las tienen "banda ancha" limitada para procesar temas complejos, las cargas financieras de los pobres suelen degradar su capacidad para tomar buenas decisiones en otros asuntos, lo que a veces conduce a decisiones autodestructivas. Es decir, una sociedad que convierte lo que debieran ser asuntos rutinarios en cruciales, que puede arruinar a alguien por elegir la empresa eléctrica o la aseguradora equivocada, impone cargas cognitivas incluso a la clase media.

Es algo innecesario. Somos un país rico, y en otros países ricos, nadie se preocupa de que sus gastos médicos lo lleven a la quiebra. No habría que hacer mucho para proteger a los estadounidenses de estafas hipotecarias o de perder sus ahorros ante fluctuaciones del precio al por mayor de la electricidad.

Así que la próxima vez que un político intente vender una nueva medida económica típicamente, de desregulación, afirmando que eso aumentará las opciones, hay que ser escéptico. No es automáticamente positivo contar con más opciones, y es probable que en este país tengamos más de las que debería haber.

 

 

 

Fuente: Gestión, 03 de Marzo del 2021.