LA VACUNA DE LA INCLUSIÓN FINANCIERA

 

Hace más de 10 años, se publicó una investigación reveladora que rompía paradigmas en torno a la inclusión financiera. La obra "Los portafolios de los pobres" (Princeton University Press, 2009) demostró que las personas que vivían con menos de US$ 2 al día en Bangladesh, Sudáfrica e India ahorraban, pedían préstamos informales y eran buenos pagadores. En otras palabras, las personas en condiciones de pobreza tenían una intensa actividad financiera.

Sin embargo, se mantenían al margen del sistema financiero, quedando a merced de prestamistas con altas tasas de interés en claro perjuicio de su bienesta. Si bien se han dado mejoras en ese frente, las personas más vulnerables isguen siendo las que necesitan una mayor inclusión financiera.

Una figura similar se repite en el Perú de hoy, en donde la combinación de baja inclusión y educación financiera se concentra sobre todo en el sector con menos recursos. Aquí, las barreras para conseguir que los ciudadanos se acerquen más al sistema financiero son, sobre todo, el desconocimiento y las brechas culturales y digitales.

Imaginemos que estamos hablando de la vacunación de la población contra una enfermedad grave. ¿Acaso no es una parte esencial de la estrategia informar a la población de las ventajas de estar vacunado, así como de los lugares donde se encuentran los vacunatorios? De forma similar, si queremos que las personas se "vacunen" contra los malos hábitos de ahorro o del crédito informal, necesitamos que el sector privado y el público trabajen para que los ciudadanos entiendan el sistema financiero: ventajas, riesgos y complejidades.

Diversos estudios coinciden en que el origen de la desconfianza hacia el sistema financiero es la percepción de dificultad para entender sus productos y condiciones. Por eso, el reto está en lograr que el sistema sea más sencillo. El sector público, por su parte, debe tener en cuenta que a veces la complejidad responde a exigencias regulatorias y puede generar rechazo en quien no es experto en finanzas.

Quizás el caso de las billeteras digitales es el esfuerzo más exitoso para reducir distancias con el público. Se trata de un producto fácil de entender y que, con poco más de tres años en el mercado, ya tiene unos 10 millones de peruanos afiliados.

Y si bien las cifras de personas bancarizadas o que accedieron a un préstamo viene en alza (9 millones de peruanos de zonas urbanas, según Ipsos), el factor clave está en el uso de los productos y canales en la vida cotidiana, y aquí camino por recorrer.

El índice de Inclusión Financiera de Credicorp, elaborado junto a Ipsos, explora el tema a través de tres dimensiones: acceso, uso y calidad percibida que tienen las personas en siete países de la región. El estudio confirma que los grupos menos incluidos financieramente son las mujeres, los mayores de 60 años, las personas que viven en zonas rurales, de nivel socioeconómico bajo y con los menores niveles de educación.

Tengamos claro que una correcta inclusión financiera mejora la calidad de vida de las personas, permite ahorrar de manera segura, aumenta el potencial de ingresos, incentiva los negocios y ayuda a gestionar sus riesgos financieros.

Ahora bien, sobre cómo mejorar la calidad de vida del Perú se necesita estudiar mucho aún, pero creo que pueden encontrar buenas perspectivas en el libro Reinmaginado el Perú, que editó McKinsey y en el cual participé junto a otros 22 autores. Muchos de ellos integramos Es Hoy, un movimiento de líderes empresariales comprometidos con trabajar activamente por un Perú inclusivo, próspero y sostenible. Es una lectura muy útil para debatir propuestas de solución puntuales a problemas nacionales que urgen ser conocidos y entendidos.

 

Autor: Gianfranco Ferrari. Fuente : Gestión, 28 de abril del 2022.