¿ESTE ES EL FIN DE LA CRIPTOINDUSTRIA?

 

 

Eventos recientes han hecho evidente la necesidad de regular a la criptoindustria, que creció de la nada hasta alcanzar una capitalización de mercado de 3 billones de dólares hace un año, aunque la mayor parte de ese valor ya se evaporó. El problema es que también parece probable que esta industria no logre sobrevivir la regulación.

Así se ha desarrollado la historia hasta ahora: la crip- toindustria alcanzó su máxima fama entre el público el año pasado, cuando apareció por primera vez en pantalla el comercial en el que Matt Damon dice que "la fortuna favorece a los valientes", patrocinado por la casa de cambio con oficinas en Singapur Crypto. com. En esa época, el bitcoin, la criptomoneda más famosa, se vendía por más de 60,000 dólares. En este momento, el valor del bitcoin es de menos de 17,000 dólares. Así que las personas que compraron la criptomoneda después de ver el anuncio de Damon han perdido más del 70% de su inversión. La caída de precios no significa forzosamente que las criptomonedas estén perdidas. Sin duda, los seguidores de las criptomonedas no se darán por vencidos. Más revelador que los precios ha sido el derrumbe de las instituciones de la criptoindustria. La más re- ciente, FTX, una de las mayores casas de cambio, anunció declararse en quiebray, al parecer, quienes la operaban sencillamente huyeron con miles de millones de dólares de los inversionistas, fondos que quizá uti- lizaron para intentar apuntalar, sin éxito, a Alameda Research, empresa perteneciente al mismo grupo.

La pregunta que deberíamos hacer es por qué instituciones como FTXy Terra, la emisora de los llamados stablecoins o criptomonedas estables que colapsó en mayo, se crearon en primer lugar.

Después de todo, el libro blanco de 2008 que marcó el inicio del movimiento de las critpomonedas, publicado con el pseudónimo de Satoshi Nakamoto, se titulaba "Bitcoin: un sistema de efectivo electrónico usua- rio a usuario". Es decir, la idea era que contar con fichas electrónicas cuya validez se establecía con técnicas derivadas de la criptografía y les daría a las personas la posibilidad de no utilizar instituciones financieras. Para transferirle fondos a alguien más, bastaría con enviarle un número una clave, sin tener que confiar en Citigroupo Santander para registrar la transacción.

Nunca se ha sabido con exactitud por qué alguien más que un delincuente querría hacer algo así. Decualquier forma, la idea de un sistema monetario que no estuviera basado en la confianza en las instituciones financieras era interesante y podría decirse que valía la pena intentar llevarla a la práctica. Sin embargo, después de 14 años, las criptomonedas casi no han logrado ningún avance en su objetivo deadoptar el papel tradicional del dinero. Son demasiado peculiares para poder utilizarlas entransacciones ordinarias, Su valor es muy inestable. De hecho, relativamente pocos inversionistas están siquiera dispues tos a guardar sus claves criptográficas, pues el riesgo de perderlas, por ejemplo, si las guardan en un disco duro que termina en un vertedero, es muy grande. Poreso, la mayoría de las criptomonedas se compran a través de casas de cambio como Coinbasey (sí, efectivamente) FTX, que aceptan tu dinero y guardan los tokenes de criptomonedas por ti.

Estas casas de cambio no son nada menos que atención instituciones financieras, cuya habilidad de atraer inversionistas depende nada menos que-de nuevo, atención de la confianza de esos inversionistas. En otras palabras, en su evolución, el ecosistema de las criptomonedas se ha convertido exactamente en aquello que supuestamente quería remplazar: un sistema de intermediarios financieros cuya capacidad de operar depende de la confianza que proyecten.

Si es así, ¿qué caso tiene? ¿Qué valor fundamental tendría una industria cuyos méritos, en el mejor de los casos, se limitan a reinventar la banca convencional? Peor aún, la confianza en las instituciones financieras convencionales se basa en parte en la validación del "tío Sam": el Gobierno supervisa a los ban- cos, regula los riesgos que pueden tomary garantiza muchos depósitos; en cambio, las criptomonedas operan prácticamente sin ninguna supervisión. Por eso, los inversionistas dependen de la honestidad y competencia de los empresarios, cuando los acuerdos que ofrecen son extraordinariamente ventajosos, los inversionistas no solo deben creeren su competencia sino en

¿Cómo ha funcionado hasta ahora? Como a los partidarios les encanta recordarnos, las predicciones anteriores sobre el fracaso inminente de las criptomonedas han sido erróneas. De hecho, que los bitcoines y sus monedas rivales no puedan utilizar- se en realidad como dinero no quiere decir que no tengan ningún valor; después de todo, podría decirse lo mismo del oro.

Pero si el Gobierno por fin se decide a regular a las firmas de la criptoindustria, lo que, entre otras cosas, les impediría prometer rendimientos imposibles de obtener, es difícil identificar alguna ventaja que pue- dan ofrecer en comparación con los bancos ordinarios. Incluso si el valor del bitcóin no cae hasta cero (cosa que todavía podría ocurrir), hay muchos motivos para esperar que la criptoindustria, que lucía tan imponente hace apenas unos meses, termine en el olvido.

 

 

Autor: The Economist. Fuente: Gestión, 23 de noviembre del 2022.