ACOSO SEXUAL Y ECONOMÍA

 

 

A cinco años de que el movimiento MeToo remeciera el mundo, el acoso sexual sigue presente en la profesión de economía. Nuevas denuncias de conducta indebida en universidades de Estados Unidos y Europa están causando que aparezca un torrente de casos antiguos. Erradicar el acoso en el sector académico es muy difícil porque las carreras dependen de la buena voluntad de investigadores séniory de colegas que suelen asociarse con juniors para realizar estudios y revisan documentos que compiten para ser publicados en prestigiosas revistas académicas.

Pero el lustro no ha pasado en vano. Muchos economistas están usando el mismo riguroso enfoque que al evaluar el mercado laboral o el impacto de accidentes laborales, para analizar los efectos del acoso. Sus hallazgos dan sentido a los costos para las víctimas y la fuerza laboral en general de la coerción sexual, el trato denigrante y los comentarios degradantes. Las investigaciones también muestran que algunos remedios funcionan.

El mayor costo es el que soportan las víctimas. Además de los sicológicos, también hay costos económicos, pues tienden a renunciar y buscar un nuevo trabajo para el que no estarían bien preparadas. Johanna Rickne, de la Universidad de Estocolmo, y Olle Folke, de la Universidad de Upsala (también en Suecia), condujeron un sondeo sobre acoso sexual e hicieron seguimiento y siguieron a los encuestados por cinco años. Hallaron que las mujeres que reportaron acoso tenían 25% mayor probabilidad de dejar su empleo que otras mujeres; en el caso de los hombres, fue 15%.

Otro estudio, de Abi Adams Prassl, de la Universidad de Oxford, y colegas, usó data finlandesa. Las víctimas femeninas tienen casi las mismas chances de quedar desempleadas por mucho tiempo que operarios despedidos tras el cierre de una planta; para las víctimas masculinas, la probabilidad es un poco menor. Asimismo, el temor a perder su empleo desalienta a las víctimas a denunciar.

El acoso también es una carga para el resto de la población. Una manera de fijarle un valor económico es estimar cuánto recorte salarial están dispuestos a aceptar los trabajadores para evitar el riesgo de acoso sexual. Rickney Folke encontraron que, en promedio, el género con más riesgo mujeres, con mayor frecuencia está dispuesto a un descuento de 17%.

Es alentador que las investigaciones puedan orientar la reflexión sobre cómo abordar el acoso. Comodidades que facilitan hallar empleo, como conexiones de transporte, también debieran marcar la diferencia, donde el potencial de represalias es alto y las alternativas laborales son limitadas, como el cine o la academia, las instituciones deben ser suficientemente fuertes para castigar a los infractores. La Asociación Estadounidense de Economía ha redactado códigos de conducta y puede iniciar investigaciones, pero carece de la fuerza para obtener evidencia e imponer sanciones.

Otra lección es que los empleadores deben tener firme interés en abordar el acoso. Carolaine Coly, de la Universidad Bocconi (Italia), y coautores, hallaron que, desde el 2017, grandes cantidades de mujeres han dejado organizaciones donde temer ser acosadas. El corolario es que las empresas que frenan el accionar de acosadores debieran poder acceder a una mayor fuente de talento, con lo que mejorarían su desempeño frente a sus competidoras. Evidencia en ese sentido está comenzando a emerger.

Las investigaciones señalan que las empresas administradas por ejecutivas habrían mejorado su valorización desde el inicio de MeToo. Un motivo podría ser que abordan a los agresores de manera diferente. En tanto, Adams Prassl y colegas encontraron que las líderes tienden a despedir a los perpetradores, lo que impulsa a más mujeres a quedarse en esas empresas.

La lección final es que las organizaciones donde ocurre el acoso tienden a asumir muy poco del costo. Las sanciones por acoso sexual en grandes empresas a US$ 300,000. Aplicando el método usado en casos de acoso en el centro de labores, Joni Hersch, de la Universidad Vanderbilt, calcula que las mujeres estadounidenses están dispuestas a sacrificar ingresos por US$ 9.3 millones anuales para evitar el acoso.

Tales pagos podrían disuadir a las empresas a tolerar malas conductas, pero no serían suficientes para cambiar las normas y la cultura corporativa. Para que eso ocurra, la gente en el poder necesita hablar fuerte.

 

Autor: The Economist. Fuente: Gestión, 15 de diciembre del 2022.