ESPERANZA EN TIEMPOS DE RENCOR
Esta es mi última colaboración para The New York Times, donde inicié a publicar mis opiniones en enero del año 2000. Este momento es oportuno para reflexionar sobre los cambios ocurridos en estos 25 años. Lo que más destaca es el contraste entre el optimismo predominante en esa época, tanto en Estados Unidos como en gran parte de Occidente, y el enojo y resentimiento que caracterizan el panorama actual.
Este cambio no solo afecta a la clase trabajadora, que se siente traicionada por las élites, sino también a personas de alto poder adquisitivo, como algunos multimillonarios que apoyaron al gobierno de Trump y que parecen molestos por no recibir el reconocimiento que creen merecer.
A finales de los años 90 e inicios del 2000, las encuestas reflejaban un alto nivel de satisfacción con el rumbo del país, algo que, comparado con la actualidad, resulta casi increíble. En ese contexto, las elecciones del año 2000 mostraron que muchos estadounidenses asumían que la paz y la prosperidad estaban aseguradas, eligiendo a George W. Bush por considerarlo una figura más agradable.
En Europa también se respiraba optimismo. La introducción del euro en 1999 fue vista como un paso significativo hacia la integración política y económica, aunque algunos estadounidenses escépticos, incluido el autor, ya albergaban dudas.
Sin embargo, no todo era positivo. Existían teorías conspirativas y episodios de terrorismo doméstico durante la administración Clinton. También hubo una crisis financiera en Asia que, según algunos analistas, presagiaba problemas similares en Occidente. En 1999, el autor publicó un libro titulado El retorno de la economía de la depresión, anticipando estos riesgos, y lanzó una versión revisada tras la crisis de 2008.
Al inicio de sus columnas, el autor percibía un ambiente de confianza en el futuro. Pero esta percepción se deterioró debido a la pérdida de fe en las élites, ya que el público dejó de confiar en su competencia y honestidad. Esto se evidenció durante la invasión de Irak en 2003, donde muchos defendían que las razones expuestas eran legítimas, algo difícil de creer en la actualidad.
De manera similar, la crisis financiera de 2008 socavó la confianza en la capacidad de los gobiernos para gestionar las economías. En Europa, aunque el euro resistió la crisis que alcanzó su punto máximo en 2012, la fe en los burócratas europeos y el ideal de un futuro prometedor para la región decayó notablemente.
La desconfianza no se limitó a los gobiernos. Antes de la crisis financiera, los bancos gozaban de una mejor reputación. Asimismo, los multimillonarios tecnológicos, antes admirados incluso como héroes populares, ahora enfrentan críticas y rechazo, reflejado en medidas como la reciente prohibición en Australia del uso de redes sociales para menores de 16 años.
Autor: Paul Krugman. Fuente: Diario Gestión- pag.21, 11 de diciembre del 2024.