Muchos de los mayores yacimientos de hierro y cobre en el mundo se formaron antes de la ruptura de Pangea hace aproximadamente 200 millones de años. El movimiento tectónico que siguió dispersó estos metales esenciales para la economía global: el hierro terminó principalmente en lo que hoy conocemos como Australia y Brasil, mientras que el cobre se asentó en regiones como África Central. En la actualidad, el sector minero encargado de extraer estos recursos atraviesa su propio proceso de "deriva", dividido entre las grandes multinacionales occidentales como BHP, Rio Tinto y Vale y las empresas chinas, mucho más agresivas en su expansión.
A medida que el hierro y el cobre se vuelven cada vez más escasos, las diferencias entre ambos grupos de mineras se agudizan. Mientras los recursos como el litio y las tierras raras captan gran atención mediática por su uso en tecnología de punta, el hierro y el cobre, que representan cerca de la mitad del valor de los metales extraídos en el mundo, no reciben el mismo interés, a pesar de su importancia. Estos dos metales son difíciles de encontrar en nuevos yacimientos, y los existentes ya están siendo explotados intensamente, situación que se ve agravada por el hecho de que su extracción no se puede acelerar con facilidad.
Durante las últimas décadas, la demanda de hierro y cobre creció gracias al auge industrial de Japón y China, lo que impulsó a las grandes mineras occidentales a invertir enormes sumas. Sin embargo, la volatilidad de los precios de los metales expuso la fragilidad de estas inversiones: entre 2015 y 2019, las ganancias antes de impuestos de las principales mineras se redujeron a la mitad en comparación con el lustro anterior. La caída de los retornos sobre los activos y el desplome de su valor de mercado llevaron a una nueva estrategia: inversiones más cautelosas y evaluación meticulosa de cada proyecto.
Por el contrario, las compañías estatales chinas, como Zijin Mining y CMOC, se han mostrado más dispuestas a operar en entornos riesgosos como la República Democrática del Congo. A diferencia de las empresas occidentales, que deben cumplir estrictas normas de derechos humanos y transparencia, las chinas tienden a operar con mayor flexibilidad. Además, gozan del respaldo financiero estatal, lo que les permite tener menores costos de capital y moverse con mayor rapidez, aceptando márgenes de ganancia mucho más bajos sin comprometer su crecimiento.
La velocidad de ejecución se ha convertido en una ventaja competitiva para las empresas chinas. Mientras BHP, por ejemplo, lleva más de una década tramitando permisos para una mina en Estados Unidos, compañías como CNMC desarrollan proyectos mineros en menos de cuatro años en África. Aunque este enfoque rápido puede implicar operaciones menos optimizadas, los beneficios de arrancar antes han ganado peso, especialmente ahora que las tasas de interés son más altas y el tiempo de maduración de las inversiones se ha vuelto crítico. Por ello, aunque la cautela sigue siendo necesaria, las grandes mineras occidentales podrían verse forzadas a revisar su lenta toma de decisiones si quieren mantener su competitividad en el escenario actual.
Autor: The Economist. Fuente: Diario Gestión- pag.22, 27 de marzo del 2025.