Actualmente es un gran momento para quienes invierten con entusiasmo en el oro. Hace no mucho, quienes se identificaban como tales en conferencias de inversión eran vistos casi como personajes extravagantes, asociados a la autosuficiencia extrema y la preparación para desastres. Hoy, en cambio, son considerados inversores astutos. Desde comienzos de 2023, el precio del oro ha aumentado alrededor de un 60%, superando incluso los principales índices bursátiles del mundo, incluido el S&P 500 de Estados Unidos, pese a algunas semanas de volatilidad.
Sin embargo, quienes han recibido una reivindicación aún mayor son los aficionados a la plata. Tradicionalmente considerados excéntricos hasta por los mismos entusiastas del oro, los inversores en plata enfrentaban prejuicios que la calificaban como "el oro del pobre" o "el metal del diablo", debido a su volatilidad extrema y sus rendimientos opacos. Aunque aún es un activo de gran riesgo, en los últimos años su desempeño ha sido notable: ha igualado al oro en los últimos doce meses y lo ha superado en los últimos cinco años.
El renovado interés por la plata responde a una lógica similar a la que impulsa la inversión en oro. Ambos metales comparten características que los hacen valiosos como refugio en tiempos de incertidumbre: son raros, atractivos e históricamente han servido como reserva de valor. Ante el miedo geopolítico y la inflación persistente, los inversionistas han buscado protección en ellos, ignorando momentáneamente la tendencia habitual de caída de precios de los metales cuando las tasas de interés reales suben.
En la práctica, la relación entre la plata y el oro es mucho más inestable debido a las diferencias en sus niveles de oferta minera y demanda industrial. Hubo un tiempo en que invertir en plata era una forma de amplificar una apuesta por el oro, una estrategia popular entre fondos de cobertura por su apalancamiento fácil. Sin embargo, hacia finales de la década de 2010, esta relación colapsó y quienes dependían de ella sufrieron grandes pérdidas. Hoy, la plata ha vuelto a estar de moda: no solo los bancos centrales siguen acumulando oro, sino que también han empezado a interesarse en la compra de plata, como lo demuestra el reciente caso del gobierno ruso.
El año 2024 ha visto un renovado interés en los fondos cotizados en bolsa de plata, con flujos de inversión positivos tras varios años de estancamiento. Además, la extracción física de metales muestra tendencias interesantes: los corredores en Nueva York han estado retirando oro de las bóvedas de Londres, preocupados por futuros aranceles, pero han sacado plata aún con mayor intensidad, llegando a justificar el costoso traslado aéreo. Este fenómeno responde a un creciente desbalance entre oferta y demanda.
La oferta de plata, proveniente de la minería y el reciclaje, ha disminuido ligeramente en la última década, mientras que la demanda industrial ha aumentado más del 50%, impulsada principalmente por la producción de paneles solares. China, uno de los mayores fabricantes de estos paneles, ha incrementado notablemente sus importaciones de plata. Dado que la capacidad minera no puede expandirse rápidamente, este desequilibrio sugiere que los precios seguirán en ascenso en el futuro próximo.
En un mundo cada vez más fragmentado políticamente, parece improbable que la demanda por activos refugio disminuya. Mientras tanto, crecen las motivaciones de los gobiernos para proteger su riqueza lejos del control estadounidense, lo que explica la acumulación de oro por parte de los bancos centrales. Aunque algunas voces consideran incluir criptomonedas en sus reservas, la plata emerge como una opción sólida. Es, sin duda, un momento ideal para que los entusiastas de la plata se hagan notar.
Autor: The Economist, Fuente: Diario Gestión- pag. 23. 11 de marzo del 2025.