Hace más de tres décadas, mientras cursaba su primer ciclo de doctorado en UCLA, el autor presenció un incidente que dejó en evidencia el riesgo de incendios en la zona norte de Los Ángeles. Durante una clase impartida por John Riley, un destacado economista y decano de la facultad de Economía, este recibió una notificación sobre el peligro que corría su hogar en Pacific Palisades debido a un incendio forestal. Riley, con aparente tranquilidad, mencionó que este tipo de situaciones no eran inusuales y que regresaría en unas horas. Fue en ese momento cuando el autor comprendió la vulnerabilidad de las viviendas cercanas a la universidad, ubicadas en colinas rodeadas por bosques altamente inflamables.
Actualmente, los incendios han alcanzado niveles devastadores, afectando una extensión similar a la de Uruguay. Los daños materiales han superado los 150 mil millones de dólares, de los cuales solo una fracción ha sido asegurada, y se estima que la cifra final aumentará cuando el fuego sea completamente controlado. La atención mediática ha enfatizado la pérdida de propiedades de celebridades en Malibú, pero la realidad es que el impacto ha sido generalizado, afectando tanto a mansiones como a hogares de clase media. Además, un gran número de familias se vio afectado por la decisión del estado de California de impedir que las aseguradoras ajustaran el costo de las pólizas conforme a los incrementos en el reaseguro. Esta medida, que pretendía proteger a los asegurados de aumentos desmedidos, terminó por dejarlos en una situación aún más precaria: muchas familias no pudieron renovar sus seguros y tuvieron que optar por el costoso programa FAIR del Estado o, en el peor de los casos, quedarse sin cobertura.
Más allá de la cuestión financiera, el problema central radica en la falta de estrategias para reducir el riesgo de desastres. El autor establece un paralelismo con los accidentes de tránsito, señalando que la solución no es solo garantizar compensaciones económicas, sino evitar que ocurran víctimas fatales. De manera análoga, en el caso de los incendios forestales, la clave no es solo fomentar el aseguramiento de las viviendas, sino implementar medidas de prevención más eficaces. Es imperativo establecer normas de construcción más estrictas y mecanismos de protección contra incendios, diferenciando entre aquellos que se originan en una vivienda y los que provienen del entorno forestal. También es crucial generar áreas sin vegetación ni edificaciones que sirvan como cortafuegos y flexibilizar normativas ambientales que dificultan la remoción de árboles muertos, los cuales actúan como combustible para las llamas.
Finalmente, se resalta el papel del sector asegurador, que no solo brinda respaldo financiero a las familias, sino que también desempeña una función preventiva al identificar y mitigar riesgos. La meta última no debe ser simplemente reparar los daños tras un siniestro, sino reducir su ocurrencia y evitar pérdidas humanas.
Autor: Eduardo Morón. Fuente: Diario Gestión- pag.12, 30 de enero del 2025.