Crisis global y deterioro regional
Por Alejandro Deustua*
La crisis económica global incidirá probablemente en un sistema internacional de tránsito. Tal fenómeno merece, por tanto, la mayor atención.
En efecto, si el incremento de la capacidad de contestación política de ciertas potencias es manifiesto hace un tiempo, la crisis ha puesto nuevamente en evidencia los problemas estructurales de la economía norteamericana, sin cancelar su liderazgo, y ha mostrado mejor la importancia de las potencias emergentes. La crisis puede acelerar estas tendencias de cambio.
Este involucra tanto el incremento de las capacidades de China y otras potencias asiáticas (que contribuyen sustantivamente a la performance económica global sin llegar a reemplazar a las potencias mayores) como la emergencia de nuevas entidades influyentes en el mercado (los fondos soberanos cuyos activos podrían equivaler al Producto Bruto Interno de otra potencia emergente).
Si esta realidad implica una mayor interdependencia, supone también una alteración de la distribución internacional del poder. Tal situación incrementa la capacidad de estos nuevos agentes asiáticos y mesorientales de, por ejemplo, influir fuertemente en la primera potencia. Pero también deteriora adicionalmente el posicionamiento económico de regiones como América Latina a pesar de que sus miembros intenten singularmente una nueva inserción.
En efecto, si esta realidad asume que, en el ámbito de la globalización, las regiones son espacios trascendentales, aquella no pinta un panorama mejor en Latinoamérica. Así, además de haber perdido cohesión regional por erosión del consenso político y económico (gracias a Venezuela, entre otros), el comercio intrarregional no crece al compás de otros espacios), mientras la brecha financiera que separa a América Latina del Asia continúa incrementándose.
Entre otros factores, a ello se debe que la proyección de crecimiento de América Latina en el 2008 (4.3% según el FMI) sea comparativamente la peor (por debajo de África y del Medio Oriente).
Pero más allá de la performance – que tendrá mejores ejemplos en el caso del Perú- el hecho es que nuestro comercio intrarregional es también el menos intenso del mundo en momentos en que el comercio intraregional (53% del total) es superior al interregional según la OMC. Así, mientras la Unión Europea comercia entre sí 73.8% del total, Asia entre 45% y 49% y Norteamérica 37%, Sudamérica lo hace entre el 12% de la CAN y el 20% - 22% al que arribó alguna vez el MERCOSUR.
Si la región, como es evidente, necesita recuperar posicionamiento en el mercado y el mercado regional resulta insuficiente, quizá debiéramos superar ese marco para generar mercados de escala en el ámbito hemisférico (p.e. en el arco del Pacífico latinoamericano).
Pero ello no será suficiente para resolver la brecha financiera que separa incrementalmente a Latinoamérica del Asia. En efecto, si en el 2006 la inversión extranjera directa creció globalmente 38%, la destinada a la región apenas creció 11%.
Esta situación favoreció al Asia, que percibió US$ 200 mil millones del total de US$ 379 mil millones orientados a los países en desarrollo, mientras América Latina captaba solo US$ 75 mil millones, con un agravante: la inversión siguió el patrón estructural de concentración en los grandes mercados del área.
Tal situación ratifica la tendencia declinante de la región desde la década de los 70 del siglo pasado. En consecuencia, los esfuerzos de promoción de inversiones y comercial deben redoblarse, quizá activando mecanismo conjuntos.En efecto, las economías de mejores fundamentos (por ejemplo, Perú, Colombia y Brasil que adquirirán el grado de inversión próximamente a las que podría sumarse Chile) podrían salir al mercado de manera coordinada y potenciar un espacio convergente.
Es verdad que el posicionamiento en el sistema internacional sigue siendo estatal. Pero una forma de fortalecerlo debe ser el mejor empleo de la variable regional.
* Internacionalista