DESCENTRALIZACIÓN UN RETO PENDIENTE EN EL PERÚ

El Perú debe ser el país más centralizado de toda América.

Tenemos su capital, con más de 11 millones de habitantes (uno de cada tres peruanos vive en Lima), situada en la costa, separada por desiertos, montañas y selvas de las otras ciudades, llamadas a ser capitales regionales. Lima es casi 20 veces más grande y concentrada que la mayoría de las ciudades intermedias.

Lima concentra todo: población, recursos, poder político, desarrollo, educación de calidad, comunicaciones e infraestructura pública. Y, naturalmente, se convierte en un polo irresistble de atracción para toda la población del resto del país. Un amigo me decía: "Nuestra sociedad local se está "descremando", es decir, se va toda la crema: la juventud y los mejores empresaron terminaran en la capital.

Desde hace varias décadas, la lucha contra el centralisma fue la bandera de las izquierdas, que veían en esa actitud la única salida para "arrebatar" el poder a la capital. Lamentablemente, este es el discurso en la política peruana. Y, definitivamente, no solo es un discurso destructivo y cortoplacista. Nada podremos construir con este pensamiento.

La descentralización debe darse, más bien, potenciando ciudades intermedias vivibles, prósperas, en base a sus propias vocaciones productivas y, naturalmente, articuladas al territorio.

En ese escenario de polarización, nadie pensó en una auténtica descentralización hecha en base a nuestra realidad geográfica, y a nuestras vocaciones productivas. Nadie pensó en cómo debería ser el territorio de las nuevas regiones y cómo debían estar debidamente integrados. Nuestros políticos no estuvieron a la altura de sus responsabilidades.

Miremos la historia

El territorio de montañas del Perú, con altura de miles de metros no fueron entendidas como barreras a la comunicación y el desarrollo sino, más bien, como una ventaja, que proveía oportunidades a los habitantes del antiguo Perú.

Vencieron las montañas con caminos transversales que articulaban territorios de costa a la selva, y eso sucedió hace miles de años, donde los estados regionales entendieron el mandato de la naturaleza y trazaron una estrategia de ocupación territorial en varios pisos ecológicos. Establecieron vínculos productivos y demográficos que les permitían satisfacer sus necesidades, comercializar gran diversidad de productos, de las tres regiones.

Más tarde, hace 500 años, los incas entendieron la lógica territorial de sus antepasados y propusieron la lógica territorial de sus antepasados y propusieron una articulación longitudinal con la construcción del Qhapag Ñan. Y el establecimiento de instituciones como los mitimaes permitió una revolución y demográfica en un territorio que hoy componen cinco países.

De toledo a toledo

La desarticulación demográfica y territorial tiene su origen en la Colonia, porque no solo se diezmó la población , sino que se acabó con la producción..

Fue el Virrey Francisco de Toledo, quien ideó una división territorial, basada en sus necesidades de recaudación tributaria. Así nacieron las intendencias.

Ya entrada la República, su "homónimo" Alejandro Toledo impulsó la regionalización, sobre los mismos territorios de las intendencias y cada departamento se convirtió en una región.

En el colmo de la poca planificación un minúsculo territorio como el Callao también adquirió el rimbombante status de región. Al tacho se echó el proyecto anterior, de regiones formadas por mas de dos o tres departamentos. Más pudo la demanda independentista de los caudillos locales, y el populismo del premier "Dagnino" que cedió a las presiones. Nadie escuchó al insgine geógrafo Pulgar Vidal que proponía regiones transversales. Hubiera cambiado la historia.

La democracia y sus preversiones

Hace más de 2.000 años, los griegos, inventores de la democracia, advirtieron que esta, siendo el mejor de los sistemas de gobierno, podría tener sus perversiones. La monarquía, por ejemplo, podía degenerar en oligarquía.

Advirtieron también que la peor perversión de la democracia era la oclocracia, es decir, el llamado gobierno de la muchedumbre, la dictadura de los peores, de los menos educados.

Nuestra democracia peruana muestra los más claros ejemplos de oclocracia. Más de la mitad de los alcaldes y gobernadores de nuestra recién purgan cárcel o están en proceso. Y esos no son ejemplo episódicos de corrupción, es -lamentablemente- un estilo de política que nos ha llevado a la "dictadura de las masas". La ingente riqueza del canon mal gastado ha impulsado el crecimiento económico vía corrupción.

La visión de país

Los peruanos del siglo XXI debemos recuperar la necesidad de vernos como un país unitario a pesar de nuestras diferencias.

Lamentablemente, nuestra sociedad -alimentada por falsos valores de "identidad"- hace que no nos veamos como país sino como pequeños grupos "pluriculturales", al mismísimo estilo boliviano.

La tendencia es aun más perversa, pues la identidad llevada al máximo nos dirige a identidades distritales que están desmembrando el territorio. ¿Cuándo será el día en que un empresario de San Isidro, un estudiante de Comas, un quechua altoandino y un awajún amazónico se reconozcan todos los peruanos por igual?.

Los peruanos estamos llamados a reconstruir las "élites": sean empresariales, académicas, políticas, sociales. Debemos dejar de apartarnos de la política y empezar a actuar.

Publicado en Gestión, 09 de setiembre del 2019.