CRISIS POLÍTICA Y ECONOMÍA

Al margen del debate que se presentó por la legalidad y legitimidad de los actos políticos vinculados a la disolución del congreso la economía sigue su curso respondiendo a sus propias leyes y decisiones.

Sin duda, por la incertidumbre política los temas económicos pasaron a un segundo plano. Sin embargo, es válido preguntarnos si la economía, que ya estaba afectada, seguirá deteriorándose o se recuperará.

Si apelamos a la evidencia estadistica -recordando que Perú pasó por dos serias crisis económicas en los últimos 20 años- podemos extraer datoss reveladores. Nos referimos al autogolpe de Fujimori en 1992 y su renuncica en el 2000.

En primer lugar, en ambos casos la economía registró una contracción en el trimestre siguiente de la crisis y se extendió por un trimestre más. Es decir, las dos crisis, digamos Fujimori 1 y Fujimori 2, fueron brevemente recesivas. De hecho, en 1992 el PBI se contrajo en 0.5% y en el 2001 creció en apenas 0.6%.

Otro elemento a considerar es que en los años previos a las crisis políticas, a la economía no le iban bien.

En 1991 crecimos 2.2% y salíamos de una recesión profunda. Antes del 2001 tuvimos tres años de un pobre desempeño económico.

En la reciente crisis arrastramos cinco años mediocres y con un 2019 que podría cerrar con un crecimiento de 2% o menos.

Por diferentes razones, este detalle se repite en las tres crisis. Es como si la economía viniera pasando factura por la falta de condiciones políticas para tomar decisiones económicas correctas y oportunas.

Por otro lado, es muy interesante observar que al año siguiente de ambas crisis, la economía peruana creció en más de 5%. Esta feliz coincidencia estaría asociada al hecho que en los 90 el Gobierno estaba embarcardo en las reformas económicas que generaron una rápida confianza. Asimismo, en la crisis del 2001 le siguió el proceso de apertura de mercados y el boom exportador.

Nuevamente, extrayendo concluisones de este análisis comparativo, debemos señalar la importancia de la restitución del orden institucional del país. El ordeonamiento no resume en la convocatoria a elecciones parlamentarias, sino que incluye también la conclusión de las reformas judicial y política, así como un avance firme en la lucha contra la corrupción.

Tan o más importante que todo ello es que el gobierno del presidente Martín Vizcarra estructure una propuesta económica de alto impacto, comparable con la reforme económica de los 90 y con los acuerdos comerciales de la década pasada.

A nuestro juicio, las propuestas de alto impacto que esperamos por varios años son las reformas estructurales e institucionales que nos permitan avanzar hacia una economía desarrollada. Por ejemplo, nos gustaría ver un trabajo más decidido y efectivo en el cierre de las brechas de infraestructura, educación y tecnología.

Por otro lado y según lo estipulado por el Plan de Competitividad y Productividad, corresponde entrar en la etapa de su implementación regional y sectorial que es, precisamente, el campo en el que se pueden resolver muchos problemas que permitirían una mayor descentralización económica y el impulso de una oferta exportable competitiva y diversa.

La economía necesita un shock de confianza expresa en reformas institucionales profundas en la Sunat, Sunad, Sunafil, Senasa, Digesa, Digemid y Sanpies, entre otras.

Finalmente, la apertura de los gremios a fin de trabajar juntos una agenda de desarrollo resulta importante para la recuperación de la confianza y adquirir la certeza de que se va a trabajar con una visión de largo plazo.

Publicado en Gestión, 28 de noviembre del 2019.