CORONADO Y LA LIMA ANTIGUA

Mientras que sus compañeros de Bellas Artes optaban por el abstraccionismo, José Coronado plasmaba en el lienzo las viejas calles de la capital.

Nostalgia y admiración es lo que se siente al ver los cuadros del artista José Coronado Pizarro, que como adelanto a sus 50 años de trayectoria artística presenta hasta el 1 de marzo en la galería Municipal de Arte Pancho Fierro (pasaje Santa Rosa 114, Lima).

Para definirse, Coronado gusta utilizar el término maestro, pues para él los profesores son simplemente teóricos, mientras que un maestro es quien, aparte de dictar clases, continúa con su labor creativa y la da a conocer objetivamente. “Ahora abundan los primeros y en esta crisis de gustos estéticos, que se ha extendido a todas las áreas del arte, son pocos los entregados a la creatividad. ¿Por qué? Porque requiere de mucha dedicación, esfuerzo y sacrificio.

Tomando las palabras del historiador del arte y curador de la muestra, Róger Cáceres Atocha, descubrimos que el artista nacido en el distrito de La Victoria, “hace cinco décadas decidió pintar la ciudad de Lima”, siendo estudiante aprovechando en la Escuela de Bellas Artes de Lima y uno de los mejores alumnos en dibujo.

Esta inclinación se dio cuando descubrió a Teófilo Castillo a través de su cuadro “Los Funerales de Santa Rosa”, cortejo Fúnebre que trascurría en una calle de Lima. Allí, como sacada de un cuento, aparecía una tapada, esas señoras que dieron tanto de qué hablar a los cronistas y poetas, y sirvieron de modelo a múltiples artistas, como Castillo, Pancho Fierro y otros.

Su entusiasmo lo llevó a hacer una prolija investigación de las acuarelas de Pancho Fierro, que a su vez lo acercaron  al costumbrismo del siglo XIX, en el que encontró un mundo de vivencias y usanzas de la etapa virreinal que desaparecieron con la independencia.

Cáceres subraya que coronado ha sabido rescatar la cultura perdida construida a base de tradiciones, como las festividades religiosas y populares, aquellas magníficas casonas derribadas por la especulación inmobiliaria, los paseos distendidos, los arribos y despedidas de personajes ilustres. Es tal su empeño creativo, la prolijidad de su trabajo, que ha logrado despertar la admiración del público en la exposición.

Fuentes de estudio

José Coronado, en busca de rincones ocultos, como aquellos bellísimos balcones que aprendió a amar gracias a su maestro Bruno Roselli, “el quijote de los balcones”, inició una infatigable caminata por calles de nombres perdidos como De la Caridad, Las Descalzas, Animitas, Arrieros, Aromo, Baratillo, Belaochaga, Barriqueros, Cádices, Calonge, Mercaderes, Mestas, Pobres, Pólvora y tantas más (descritas con exactitud por el escritor chalaco Juan Bromley en la obra Las viejas calles de Lima).

Este libro sería una de sus fuentes de consulta y, sobre todo, las revistas Variedades y Mundial en sus primeras épocas.

Buscando una visualización mejor, recurrió a los cuadros de Rugendas y del diplomático y pintor Francés Léonce Angrand, como también a las fotografías de los hermanos Courret de 1860.

Decidirse por la Lima de antaño no le fue fácil, pues en su época de estudiante en Bellas Artes se especulaba con el abstraccionismo, corriente que no entraba en sus planes creativos y debió enfrentarse a críticas que lo situaban en una añoranza virreinal, pero él se defendía aduciendo que aquella etapa formaba parte de nuestra historia y que además tipificó a Lima, como lo hizo con otras ciudades: Bogotá, Sucre, el mismo Buenos Aires o Santiago de Chile. “Es parte de nuestro patrimonio y cultura”, sostiene.

El hombre que borda

José Coronado manifiesta que la herencia pictórica la recibió de su padre, el Cuzqueño José Coronado Villavicencio, y el amor por el baile y las artes manuales como el bordado y la costura de su madre, la piurana Elena Pizarro Berrú.

“Me otorgaron una beca en la Escuela de Música y Danza Folclórica peruana (hoy Escuela  Nacional de Folklore José María Arguedas) con la que viajé a diferentes países de Europa y pude estar presente en el Festival Latinoamericano de Folklore en Salta (Argentina) integrando la delegación peruana.

Advierte que las danzas folklóricas se han estilizado en demasía, pues por hacerlas más violentas, tanto el vestuario como los pasos y movimientos ya no son los auténticos.

Pero a Coronado no solo le interesan el baile y la pintura, pues con la habilidad de remotos bordadores andinos aprendió a dominar la aguja ensartada con hilos de colores para dar forma a figuras mitológicas o reproducir aquellas que hicieron cultura como los Chancay o Nasca.

Una de sus particularidades es bordar en los bolsillos de sus camisas, como aquella ave azul de estilo Nasca que lució la tarde de la entrevista.

Actualmente ha establecido un taller  de pintura en el Rímac, entre las calles Pizarro y Talara. Anteriormente estuvo en Lince, donde permaneció por 42 años.

Apreciando sus pinturas, la mayoría trabajadas al óleo, nos topamos con la de una procesión que nos recuerda el terremoto del 70 y fue adquirida por el Club Regatas de Lima.

Grandes Maestros

“Entre los maestros que tuve en la Escuela de Bellas Artes se encuentran Sabino Springett, Apurímac, Eléspuru, Núñez Ureta. En este mismo centro de estudios artísticos, me tocó ejercer la docencia”.

¿Cuál es tu técnica? “Generalmente óleo, pero también utilizo la acuarela (a base de una pigmentación traslúcida como el celofán), la témpera (más opaca que espesa) y el acrílico (tipo gel). Los tres se hacen utilizando agua.

 

 

Publicado en El Peruano,21 de febrero del 2020.