LOS RELAJADOS Y LOS AFANOSOS

El impacto del teletrabajo sobre un clásico aforismo laboral


El aforismo concebido por C. Northcote Parkinson, historiador naval, es admirablemente sucinto: "El trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para ser completado". Su ensayo, publicado en The Economist en 1995, ha resistido el paso del tiempo pues la gente todavía se refiere a la "ley de Parkinson".

Pero la raíz de la experiencia de vida laboral durante la pandemia, a este columnista le gustaría sugerir tres corolarios al teorema. Al inicio de su ensayo, Parkinson citó el caso de una dama de edad que necesitaba un día para evitar una postal a su sobrina. El proceso incluía buscar sus anteojos, paraguas y la postal, así como escribir el mensaje. Los detalles podrían ser anticuados pero la idea sigue siendo actual: ante una tarea, las personas procrastinan.

Cuando se trata del trabajo de oficina, los incentivos para perder el tiempo son bastante claros. Si un empleado termina rápido un encargo, le darán otro, el cual podría ser más desagradable que el primero. Los trabajadores terminarían como un hámster corriendo en su interminable ciclo de esfuerzo innecesario.

Sin embargo, las oficinas saben que la misión en sí misma no es lo único que importa, pues también hay que ser visto ocupado. Es el "presentismo" - estar en su escritorio el tiempo suficiente para impresionar al jefe, incluso enfermo -. Antes de la era de Internet, esto incluía eternas redacciones de memos, largas llamadas telefónicas o profunda revisión de documentos.

Gracias a la labor pionera de TimBerners-Lee (el inventor de worl wide web), ahora el representismo requiere menos esfuerzo: es posible desperdiciar muchas horas en el ciberespacio. Si se trabaja desde casa, el jefe está fuera de la vista pero no de la mente. En general, el resultado es dividir a los trabajadores en dos facciones.

El primer grupo, los relajados, han pasado el confinamiento poniendo el mínimo nivel de esfuerzo posible. Como no tiene que dilatar las tareas que les encargan, las terminan, las terminan, dedican el resto del día al solaz y las envían justo antes de la hora límite. Para este grupo, la ley de Parkinson puede moficiarse así: "Para los despreocupados, cuando no los vigilan, el trabajo se enconge hasta el tiempo necesario para ser completado".

El segundo grupo toma el enfoque opuesto. Consumidos por la culpa y la ansiedad por su seguridad laboral o la ambición, trabajan con más ahínco que antes. En casa, no encuentran una demarcación clara entre tiempo laboral y tiempo para el ocio. Son los estajovanistas - en honor a un miembro productivo de la Unión Soviética -. Su modificación es: "Para quienes laboran desde casa, el trabajo se expande hasta llenar las horas que estén despiertos".

Pero la conclusión de Parkinson abarca mucho más que la costumbre dilatoria de la gente. La mayor parte de su ensayo se refería al aumento de la burocracia gubernamental y alertaba de que contratar más servidores civiles no generaba necesariamente trabajo más eficaz. Esta tendencia resultaba de dos factores.

Primero, los funcionarios quieren multiplicar subordinados y no competidores. Segundo, tienden a inventarse trabajo. Cualquier funcionario que se sienta sobrecargado pedirá que se le asigne dos subordinados - pedir uno le crearía un rival -. Entonces, convertido en jefe, pasará mucho tiempo chequeando las tareas de sus subalternos.

¿Cómo aplica este proceso en confinamiento? Al igual que su personal, los gerentes también quieren parecer útiles. En la oficina, se les puede ver atareados, corriendo pasillos y conversando con sus equipos. Pero en casa es más complicado; una llamada telefónica es más intrusiva que una charla casual. La respuesta es organizar más reuniones vía Zoom.

Un buen número de contactos le ha comentado a este columnista que pasan el día de una conferencia virtual a otra. Tal como señaló Parkinson, los gerentes están inventándose trabajo para ellos mismos. De ahí viene la tercera modificación: "En confinamiento, Zoom se expande hasta llenar todo el tiempo disponible del gerente".

En vista que estas reuniones son voluntarias, se crea otra división entre relajados y afanosos. El primer grupo las evitará y el segundo se apuntará a todas. En los días precuarentena, el personal podía ganar puntos extra en esas reuniones si llamaba la atención del jefe. Pero vía Zoom, la asistencia no es suficiente pues uno tiene que ser visto y oído.

A su vez, esto alarga las reuniones virtuales y consume el tiempo de gerentes y sus subalternos afanosos - muchos relajados todavía no aprenden a usar el botón "levantar la mano" -. Es la versión digital del improductivo papeleo descrito por Parkinson 65 años.

 

 

Publicado en Gestión, 16 de julio de 2020.