CONGRESO PERUANO DESTITUYE A MARTÍN VIZCARRA EN SU SEGUNDO INTENTO

 

La Constitución del Perú hace que sea relativamente fácil para el Congreso deshacerse de un presidente. La legislatura solo necesita decidir que él o ella tiene "incapacidad moral" y, con una mayoría de dos tercios de su cámara única, desalojar al presidente de la Casa de Pizarro. El 09 de noviembre, por 105 votos contra 19 y cuatro abstenciones, el Congreso le hizo precisamente eso a Martín Vizcarra, siendo la segunda vez en menos de tres años que derroca a un presidente (Vizcarra reemplazó a Pedro Pablo kuczynski, quien renunció antes de ser vacado).

Manuel Merino, quien fue presidente del Congreso hasta que asumió la presidencia el 10 de noviembre, probablemente se mantendrá en el cargo hasta que finalice su mandato en julio próximo.

Pero eso no significa que Perú gozará de estabilidad. Esta lidiando con un brote de covid-19 que ha matado a 35,000 personas. Como porcentaje de la población, es la tercera peor tasa del mundo. La economía se contrajo 15.7% en los primeros ochos meses del 2020 en comparación con el mismo período del año anterior, y se espera que caiga 12% durante todo el año. Hay pocas razones para creer que las elecciones presidenciales y parlamentarias programadas para el próximo mes de abril, en las que por ley ninguno de los actuales servidores públicos puede buscar mantener su puesto, producirán líderes que puedan gestionar mejor la economía o la pandemia.

Vizcarra cayó por acusaciones de que recibió sobornos relacionados a proyectos de obras públicas durante su único mandato como gobernador del departamento sureño de Moquegua del 2011 al 2014. Aunque claramente tiene preguntas que responder, no se ha probado nada. Sus críticos afirman que ha estado interfiriendo en la Fiscalía para evitar ser procesado y dañar a sus enemigos. En su discurso de defensa de 50 minutos ante el Congreso, Vizcarra estuvo de acuerdo en que justificaba una investigación, pero dijo que esta debería esperar hasta que terminara su mandato. Su destitución causaría caos, advirtió.

En lugar de debatir los méritos del caso en su contra, los legisladores denunciaron su ética y su manejo de la pandemia. Vizcarra desafió la "legalidad" y la "legitimidad" del juicio político, pero se fue en silencio. Declaró su inocencia y dijo que se iría a casa "con la frente en alto".

Mientras salía de Palacio, los residentes de Lima hicieron sonar ollas y sartenes para oponerse a su destrucción. El 10 de noviembre varios miles de personas se congregaron cerca del Congreso en la capital y en otras ciudades del país para protestar. La policía antidisturbios utilizó gas lacrimógeno y cañones de agua para controlar a los manifestantes. Algunos fueron arrestados.Más de tres cuartas partes de los peruanos se opusieron a su juicio político, según una encuesta.

Es la última crisis de un sistema político cuyo prestigio e instituciones han sido destruidos por acusaciones de corrupción. Todos los presidentes del Perú desde el 2001 se han visto entrampados de una forma u otra por el escándalo que rodea a Odebrecht, una constructora brasileña que sobornó a políticos en toda América Latina. Dos expresidentes están bajo arresto domiciliario; uno está en libertad mientras espera juicio; y un cuarto se suicidó para evitar ser arrestado. Keiko Fujimori, hasta hace poco la líder opositora más poderosa, está pendiente de juicio. Las acusaciones contra Vizcarra fueron el resultado de un acuerdo provisional de culpabilidad por parte de sospechosos en las investigaciones de Odebrecht.

Los peruanos ven la corrupción como el mayor problema del país, incluso por delante de la pandemia, según encuestas de opinión. Pero consideran a Vizcarra como parte de la solución. Sus índices de aprobación promediaron el 58% en las tres principales encuestas publicadas en octubre.

Para muchos, su guerra con el Congreso parecía una valiente batalla contra la corrupción.

El año pasado, cuando el Congreso se resistió a promulgar las reformas políticas propuestas por Vizcarra, este último encontró un pretexto para disolverlo y convocar nuevas elecciones legislativas. La votación de enero de este año no produjo un Parlamento más dócil. Los nueve partidos representados en la cámara se extienden desde la extrema izquierda del espectro político hasta la derecha fundamentalista religiosa. Vizcarra esperaba el apoyo de un centro razonable, compuesto por unos 70 legisladores. Pero desde el principio, el nuevo Congreso discutió con él sobre cómo manejar la pandemia y la crisis económica que la acompañó.

El Congreso hizo un intento fallido de vacarlo en setiembre, cuando se filtraron grabaciones que parecían mostrarlo entrometiéndose en una investigación sobre contratos entre el Gobierno y un cantante que le había brindado apoyo político. El intento de este mes parecía una posibilidad remota al principio. Tuvo éxito después de que Vizcarra enfureciera a los congresistas al señalar que muchos de ellos también están bajo investigación.

A los peruanos ahora les preocupa que Merino busque posponer las elecciones para seguir disfrutando de los beneficios del cargo. Otros temen una orgía de populismo en una economía previamente bien administrada, con la expectativa de que esto pueda beneficiar a los candidatos presidenciales que están en el Congreso.o tienen aliados allí. La ministra de Economía y Finanzas de Vizcarra, María Antonieta Alva, había luchado tenazmente para bloquear las medidas populistas, como los retiros anticipados del sistema público de pensiones (con un costo fiscal de hasta el 2% del PBI) y la congelación de pagos de deudas bancarias. Ahora ha dimitido, junto con el resto del gabinete de Vizcarra. El precio de los bonos extranjeros de Perú se desplomó después de la votación de juicio político y el sol se hundió frente al dólar.

Merino, un congresista de Tumbes, el departamento más pequeño, ha dado pocas pistas sobre cómo manejará las crisis superpuestas del Perú. Prometió nombrar un gabinete ideológicamente diverso y trabajar en estrecha colaboración con el Congreso. Un ex legislador, Ántero Flores- Aráoz, será el primer ministro. Su promesa más importante en un discurso de inauguración de 13 minutos fue que las elecciones se llevarían a cabo según lo programado.

Puede que a su sucesor no le resulte más fácil gobernar, incluso si está libre de sospechas de irregularidades. Veinticuatro personas han anunciado su candidatura a la presidencia. Ninguno está respaldado por un partido político fuerte. Algunos esperan aumentar sus posibilidades haciéndose eco de la indignación popular por la destitución de Vizcarra. George Forsyth, un exalcalde y portero de fútbol que es el favorito en primera instancia, tuiteó que fue un "golpe disfrazado".

Es poco probable que el eventual ganador pueda obtener la cooperación de un Congreso fragmentado. Con el tiempo, los congresistas pueden encontrar una excusa para hacer salir al próximo presidente del Perú.

 

 

Publicado en Gestión, 13 de noviembre de 2020.