DE LA PANDEMIA POLÍTICA A LA PRIMAVERA SAGASTIANA

 

Como si la crisis sanitaria y económica que venimos sufriendo no fuese suficiente, el expresidente Vizcarra y la mayoría de los congresistas no escatimaron esfuerzos en extender la crisis a la esfera política.

Así, en vez de prepararnos y tomar medidas concretas para enfrentar una posible segunda ola del covid-19, viabilizar la vacunación masiva de la población y reactivar la economía, estuvimos medio paralizados, dedicados a seguir los estragos de la pandemia política.

En solo tres semanas tuvimos tres gobiernos y más de 50 ministros. ¡De terror.com! El descalabro empezó con la vacancia del presidente Vizcarra por parte del Congreso que hizo uso (y abuso) del artículo 113° de la Constitución.

La población, sobre todo la juventud, no se calló. Las marchas multitudinarias, y la represión que terminó en la pérdida de la vida de dos jóvenes y más de 100 heridos, desembocaron en la caída del gobierno de Manuel Merino, el más corto de nuestra historia republicana.

El sábado 14 en la noche, en medio de la vorágine política, de negociaciones apuradas entre agrupaciones políticas fragmentadas y disímiles, los peruanos nos preparábamos para ver cómo el Congreso eligiría a la primera mujer que ejercería la presidencia del país, una política de izquierda, quien se autodefine como marxista y feminista (una "marxista frido kahlina"). Ante este posible desenlace seguramente muchos se preguntaron: Y ahora, ¿quién podrá defenderme? Para ellos, el Chapulín Colorado se materializó en la bancada del Frepap: los pescaditos corrieron en su auxilio y, con su voto en contra, la lista única postulante a la mesa directiva no logró la mayoría requerida.

Poco a poco, el caos del sábado fue amainando y, pese a los vaivenes y el ruido político del domingo, al final se optó por un candidato ubicado más al centro del espectro político: Francisco Sagasti, profesional y académico respetado, quien desde hace muchas décadas lidera y promueve investigaciones sobre políticas públicas y el futuro del país. A Francisco lo conozco hace 40 años: en 1980, fui si alumno en la Universidad del Pacífico, en diciembre de ese año se convirtió en mi primer jefe y, poco a poco, en un gran amigo. Es una persona íntegra, humanista, preparado como pocos, conciliador por naturaleza y con un optimismo que contagia. A sus 76 años refresca nuestra atmósfera social y puede contribuir a mejorar nuestra alicaída política.

Su discurso en el Congreso, tras asumir las funciones de presidente de la República fue sencillamente extraordinario: trajo paz y sembró esperanza en muchos.

Así, rápidamente pasamos de la pandemia política a la "Primavera Sagastiana". ¿Cuánto tiempo durará esta nueva estación? Ojalá que, por lo menos, hasta el verano austral, aunque sería maravilloso que se prolongue hasta bien entrando el verano boreal, es decir, hasta el final de este periodo presidencial. No será fácil, pues muchos de los problemas que enfrentamos no son de rápida solución y las expectativas de la población pueden ser poco realistas.

Sagasti debe gobernar en tiempos turbulentos, una agenda mínima incluye: (i) garantizar elecciones limpias; (ii) lograr avances en materia sanitaria, promover un comportamiento social más responsable a fin de protegernos del enorme peligro de una segunda ola de contagios; (iii) fomentar una reactivación duradera, a través de la promoción de importantes proyectos de inversión pública y privada, destrabando efectivamente lo que ya está en la puerta del horno; y, finalmente, (iv) dejar una agenda coherente y sustentada de políticas públicas para el siguiente gobierno, que nos acerque del 'Perú posible' al 'Perú deseado'.

¡Éxitos, Dr. Sagasti!

 

 

Publicado en Gestión, 26 de noviembre de 2020.