LOS PROBLEMAS ESTRUCTURALES DE LA INVERSIÓN PÚBLICA

 

En los últimos días, hemos asistido al desfile de cifras de ejecución de inversiones por parte de todas las entidades del Estado. Esto siempre lleva a críticas, porque las cifras siempre parecen exiguas y se exige que haya más celeridad en el gasto. Ante esta presión, las autoridades locales o regionales y hasta nacionales empiezan a gastar para quedar bien y no ser tan criticados.

Este camino, a mi entender negativo, lleva a dos resultados que son inaceptables en nuestro país. El primero de ellos es que ante la presión gastan rápido y esa no es la mejor forma de gastar, lo que se prestas a ineficiencias posteriores, porque las obras terminan costando más porque no se tomaron una serie de factores en la elaboración de los expedientes técnicos. Esta forma de saltar las críticas es la menos mala de todas y es muy costosa para la sociedad porque se desperdician recursos.

El segundo resultado, el menos deseable, es que ante la presión muchos oportunistas ven la ocasión de entrar en prácticas corruptas que nos son inaceptables y que también representan un desperdicio de recursos.

El final de la historia es una letanía en nuestra historia reciente porque se descubren las malas prácticas o se identifican los sobrecostos en que se incurren y se arman escándalos que generan una retracción de la inversión y la imposición de más controles que ocasionan una mayor dilatación de los plazos, lo que genera descontento en la población, que siente que el Estado no cubre sus necesidades y que muchas terminan en un conflicto.

Y la historia continúa así entrando en un círculo vicioso dende el perjudicado es el país.

El tema de la inversión pública siempre se mide por la contribución que tiene esta sobre la tasa de crecimiento del producto que se obtiene al final de un año en particular. Sin embargo, ese es un efecto de corto plazo que, paradójicamente, no es el más importante. El objetivo del gasto en infraestructura es mejorar la competitividad de la economía al permitir que las personas tengan acceso a servicios básicos y puedan conectarse al circuito económico del país. Por ello tenemos inversión social (salud y educación) y económica (carreteras, represas, canales, etcétera). La idea es que este tipo de infraestructura permita potenciar las capacidades de producción de los pobladores y empresas de distintos puntos del país. Esto se debe medir, al final, con la mejora de los ingresos de las personas y la reducción de costos logísticos de las empresas.

A este aspecto se le presta muy poca atención en los medios y en los políticos que viven obsesionados con los ratios de ejecución. Lo que se debe mirar es la calidad de la infraestructura que se construye y cómo ello impacta en el nivel de vida de la gente. Lo problemático es que esta evaluación no se hace y no es un tema atractivo para los medios. Allí tenemos que hacer bastante pedagogía en involucrar en políticos y periodistas que lo que importa son los efectos de largo plazo. Si no cambiamos de mentalidad no podremos romper el círculo vicioso que hemos descrito.

Otro de los problemas es la falta de planificación de las inversiones y su falta de mirada territorial. Necesitamos autoridades que levanten un poco más la cabeza y vean el bosque que quieren construir y dejen de lado solo ver los árboles del mismo. A veces, una buena obra de infraestructura toma en construirse más tiempo de lo que dura el mandato de un alcalde y un gobernador, y por ello no le ponen interés. Ante ello prefieren atomizar las inversiones y hacer pequeñas obras que poco impacto tienen sobre la población. Esta diferencia de horizontes y el comportamiento oportunista (corrupto) o desesperado (ineficiente) de nuestras autoridades están en la base del problema de la inversión pública. Ese es el tema de fondo que se debe abordar y del que esperamos contar con propuestas de los grupos políticos que aspiran a ser gobierno.

 

 

Publicado en Gestión, 06 de enero del 2021.