LA PRESIDENCIA ACCIDENTAL

 

Desde hace un par de décadas, la elección de un radical de izquierda a la Presidencia de la República fue siempre "un accidente a punto de suceder".

Hasta que sucedió, más o menos de la misma forma como sucedió el choque "cuerpo a cuerpo" entre el caracol y la tortuga: ¡demasiado rápido!

En efecto, en cuestión de semanas, un candidato que durante casi toda la campaña había figurado en el rubro "otros", se empinó en primera vuelta por sobre el resto de contendientes a la Presidencia de la República, sorprendiendo a tirios y troyanos. Y ya en segunda vuelta, el candidato de Perú Libre logró la proeza de superar en la votación a la ahora tres veces derrotada Keiko Fujimori (ONPE dixit), sin tener un equipo técnico, sin tener un plan de gobierno y sin presentarle al país alguna otra idea que no sea la de una Asamblea Constituyente para refundir, perdón "refundar" la República. ¡Nada menos!

Extraña paradoja de un partido y un candidato que no pudo porque no supo y todavía no sabe cómo elaborar una propuesta de salida de la tripe crisis que afecta al país (política, económica, y sanitaria por la pandemia), pero que de alguna manera siente que tiene, a partir de su elección, la clave para marcar un cambio de época, refundar la República y asegurar, vía una nueva Constitución "con olor y sabor a pueblo" que no haya más pobres en un país tan rico ¡Si tan solo fuera tan fácil!

Pero, ésta no es la única paradoja. Aquí tenemos otra: la ficción de la legitimidad del vencedor en segunda vuelta.

En efecto, el caos posterior al día de la votación, fruto de la debilidad institucional, el virtual empate técnico y los esfuerzos denodados por parte del lado perdedor por minar la credibilidad de los organismos electorales, no parece haber terminado la aparente convicción del profesor Pedro Castillo y sus partidarios de Perú Libre en el sentido de haber recibido un mandado claro y preciso para cambiar la Constitución del país.

Creen que la mitad de los votos más un poquito obtenidos significan un respaldo claro e inequívoco al proyecto de nueva Constitución.

Craso error porque, aunque sus partidarios le den explicaciones distintas, la verdad monda y lironda es que el profesor Castillo le debe sus votos sobre todo al hecho de no ser Keiko Fujimori. Claro que "el prosor" tiene también méritos propios, como su innegable capacidad para "conectar" con las necesidades de la gente y su demostrada voluntad por tender puentes. Solo que, en este último punto, no queda claro hacia dónde van esos puentes, como no queda claro nada más acerca de la composición y dirección de su inminente Gobierno.

Así, medio a ciegas, el país se prepara para enfrentar una Presidencia surgida del acaso, esperando, tal vez sin esperanza que el profesor Castillo logre transformar su accidental Presidencia de destino, superando las circunstancias de su elección política decidida, eficaz y persuasiva. Recientemente el Sr. Castillo ha dado algunos pasos en la dirección correcta como la invitación al presidente del BCR a quedarse un tiempo más. Podría dar algunos pasos más, pero ninguno sería tan importante y poderoso como anunciar que su propuesta de impulsar una Asamblea Constituyente será canalizada estrictamente por la ruta que marca la actual Constitución del Estado.

Alguna vez el General Charles De Gaulle dijo que "las elecciones presidenciales son el encuentro de un hombre con su pueblo". Ojalá el profesor Pedro Castillo en tienda que, pasadas las elecciones, el pueblo, su pueblo, lo constituyen la totalidad de habitantes de este hermoso país, incluido esa mitad que no votó por él ni por su proyecto de nueva Constitución. Si lo hace, el Perú entero se lo agradecerá. Y si no lo hace, la historia probablemente registre su paso por el poder como un accidente que simplemente no se pudo evitar.

 

 

Publicado en Gestión, 16 de julio del 2021.