PARA NO FRACASAR COMO PAÍS

 

 

La búsqueda de la receta precisa para impulsar la creación de riqueza a nivel de las naciones es tan antigua como la ciencia económica misma. Hasta tiene fecha de nacimiento: 9 de marzo de 1776. Ese año, un profesor de la Universidad de Glasgow en Escocia, Adam Smith, dio a conocer su opus magnum: "Una Investigación acerca de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones".

Noten que el profesor Smith se refiere a la "riqueza de las naciones" y no al PBI de las naciones. En su magna obre, Adam Smith identificó la división del trabajo, el mercado, el libre comercio y la propiedad privada como elementos claves para el crecimiento y desarrollo económica.

Solo que desde entonces, son muy pocos los países que han logrado crear suficiente riqueza basados únicamente en estos elementos. Por esta razón, la búsqueda del desarrollo o de la riqueza, en palabras del profesor Smith ha continuado de la mano de diversos teóricos de la economía, filósofos, políticos, ideólogos y demás especialistas. En dicha búsqueda se ha puesto énfasis en diversos factores: la apertura al comercio internacional, la especialización laboral, la inversión pública y privada, la infraestructura, el capital humano, la educación, la tecnología, la innovación, etcétera.

Pero a pesar de todas estas adiciones a la receta original del profesor Smith, y en vista de que son pocas las naciones que nadan en riqueza y muchas las que se ahogan en pobreza, al pregunta sigue siendo válida: ¿Por qué algunas naciones son ricas y otras pobres?

En el 2012, los profesores Daron Acemoglu y James Robinson rescataron de la academia para el gran público una idea original de Douglas North: el papel de las instituciones. Y lo hicieron como lo hacen los grandes: apelando a imágenes inolvidables. Nogales (Arizona) y Nogales (Sonora) tienen la misma población, cultura y situación geográfica. Los divide un río y sin embargo una es rica y la otra pobre. ¿Por qué? La respuesta es potente. Los profesores Acemoglu y Robinson nos dicen que la prosperidad no se debe al clima, a la geografía o a la cultura, sino a las políticas dictaminadas por las instituciones de cada país.

A lo largo de sus 550 páginas, los autores agregan mayor verosimilitud a su teoría desarrollando una vasta casuística, de la que destaca además de los Nogales, el casode las dos Coreas: una paupérrima (Corea del norte) y otra tremendamente exitosa (Corea del Sur).

Nos hablan de los círculos virtuosos que se generan cuando las instituciones políticas impulsan y dan soporte a instituciones económicas inclusivas y los círculos viciosos que surgen cuando las mismas instituciones políticas dan soporte a instituciones económicas extractivas.

Las instituciones económicas inclusivas tienden a la desconcentración de la riqueza y el poder, mientras que las instituciones económicas extractivas tienden a la concentración de la riqueza y el poder en pocas manos. Pero la clave está en la naturaleza y dinámica de la relación entre las instituciones políticas que instrumentalizan dichas instituciones económicas.

Y aquí está la madre del cordero. Las instituciones políticas en el Perú están en crisis. La institución del presidente de la República está devaluada y lo mismo sucede con la institución del Congreso de la República. Y ni qué decir d ela institución del Poder Judicial y los nuevos cuestionamientos a la institución electoral.

Todas ellas está en crisis y por ello hace años que nos ahogamos en el círculo vicioso de una crisis política producto del enfrentamiento entre poderos (Congreso vs. Poder Ejecutivo) y su resultante: instituciones económicas que en lugar de impulsar la creación de riqueza reparten pobreza.

En el año del Bicentenario de la Independencia, urge leer (o releer) a los profesores Acemoglu y Robinson con el firme propósito de evitar que el Perú fracase como país y, por el contrario, revierta la naturaleza del círculo y convierta lo vicioso. Palabra de maestro (Magister dixit).

 

Publicado en Gestión, 17 de Setiembre del 2021.