LAS MYPE Y EL FUTURO DEL PERÚ

 

El profesor Dani Rodrik de Harvard ha dicho recientemente que, en el contexto mundial y tecnológico actual, el crecimiento económico en los países en desarrollo solo es posible aumentando la productividad en las MYPE informales.

No le falta razón. Pero va en contra de lo que ha sido, hasta hace poco, la visión dominante sobre las MYPE informales (y contra lo que él mismo ha sostenido anteriormente).

Dicha visión fue expuesta por los profesores La Porta y Shleifer. Según ellos, las MYPE informales (urbanas y rurales) no tienen futuro. Serían de subsistencia y residuales. Existen porque el sector moderno de la economía no genera empleo suficiente. Por tanto, un objetivo central de las políticas públicas debería ser, según esta visión, lograr el crecimiento del empleo y la productividad de las empresas modernas (típicamente medianas y grandes), para que absorban la mano de obra “atrapada” en dichas MYPE. Pero esta visión (y su recomendación de política pública) tiene algunos problemas.

Primero, los economistas no sabemos bien cómo aumentar la productividad y el empleo. Sabemos que niveles altos de productividad están asociados con niveles también altos de sus pilares (como institucionalidad y capital humano, por ejemplo), pero no cómo generar círculos virtuosos que fortalezcan dichos pilares. Una muestra de ello es que los planes y consejos de competitividad/productividad no han dado buenos resultados en América Latina.

Segundo, cada vez es más difícil que las empresas medianas y grandes generen empleo suficiente. La industrialización fue el camino seguido por muchos países que se desarrollaron. La industria (manufacturera) era un sector intensivo en mano de obra, exportable y que permitía sofisticar el aparato productivo. Pero emplea hoy a mucho menos personas (por cambios tecnológicos como la automatización). Aun si consideramos el crecimiento de empresas modernas medianas y grandes en todos los sectores, no será suficiente. No podemos ignorar a las MYPE, donde está empleada, en el caso del Perú, aproximadamente el 70% de nuestra PEA.

Tercero, las MYPE son muy heterogéneas. Habrá algunas de subsistencia, sin mayor futuro como sugieren La Porta y Shleifer. Pero también otras que han superado la subsistencia, operan en el límite entre el sector informal y el moderno y, con las condiciones adecuadas, podrían dar el salto.

En un trabajo reciente con el profesor Sabel de Columbia, resaltamos el potencial de estas MYPE. Hallamos que muchas permanecen en la informalidad porque enfrentan una barrera estructural. Las cadenas de valor requieren cumplir estándares (de calidad, ambientales, de confiabilidad, etc.). Pasar lo que llamamos una “valla de la calidad”. Pero cumplir estos estándares requiere hacer ciertas inversiones costosas (con financiamiento limitado) y adquirir conocimientos y capacidades (no fácilmente disponibles). Por ello, y dados los riesgos, muchas de estas MYPE toman la decisión racional de ni siquiera intentar insertarse en cadenas dinámicas. Pero no es porque sean inherentemente incapaces de adquirir los conocimientos necesarios para participar exitosamente en ellas.

Ejemplos sobre el potencial de las MYPE abundan, en el mundo urbano y el rural.

Una muestra. La semana pasada, visité empresas modernas (medianas) y a pequeños productores dedicados a la palta, quinua y trucha en las regiones Ayacucho y Huancavelica. En algunos casos, las empresas modernas funcionaban como tractoras (o ancla) que compraban a pequeños productores, a quienes normalmente proporcionaban asistencia técnica. En otros, estaban integradas verticalmente: solo exportaban lo que producían. Los pequeños productores proveedores de tractoras tenían niveles buenos (o al menos aceptables) de productividad y calidad.

Pero las tractoras trabajan con un porcentaje pequeño del total de las MYPE rurales con potencial de integrarse en cadenas dinámicas. Sea porque no están en una aglomeración de MYPE o porque no tienen acceso a agua debido a falta de infraestructura hídrica. También porque ser tractora no es particularmente rentable. En el momento de la cosecha es bastante probable que el pequeño productor venda a un acopiador que no le proveyó asistencia técnica y, debido a ello, puede ofrecerle un mejor precio. Para que este modelo escale y se integre a muchas más MYPE, se requerirá de políticas públicas que incentiven (tributariamente o de otra manera) a que más empresas se vuelvan tractoras de cadenas de valor. Debe ser un negocio.

Esto es posible más allá del agro. Imaginemos, por ejemplo, a los centenares de miles de bodegas y restaurantes que tienen como proveedoras a empresas ancla que, con los incentivos adecuados, podrían ayudarles a dar un salto de calidad y productividad.

En general, necesitamos políticas públicas pro-MYPE mejor pensadas e implementadas. No basta con darles dinero, una charla o una capacitación. Ello no ha ayudado mucho. Debe buscarse su transformación productiva. El Estado debe liderar una intervención articulada público-privada que ponga en el centro a las MYPE, identifique las barreras que limitan su inserción a cadenas de valor dinámicas (internacionales o domésticas), diseñe un plan de acción para removerlas y asigne roles para ejecutar las soluciones encontradas. El acompañamiento debe ser continuo, perseverante e ir corrigiendo lo que no funciona. No es fácil, pero tampoco una utopía irrealizable.

 

Publicado en Gestión, 28 de octubre del 2021.