EL TRABAJO Y LOS PECADOS MORTALES

El pensamiento gerencial, contemporáneo, se inclina hacia la virtud. Lo que hace que los equipos trabajen contentos es la cooperación, la empatía es el sello distintivo de un jefe moderno, el compromiso les interesa a los empleados tanto como la remuneración y la sociedad es tan importante como los accionistas. Pero apelar a lo mejor de las personas, e ignorar sus vicios, es un acercamiento incompleto.

Tampoco es necesariamente positivo para una carrera ser buena gente.

Echemos un vistazo a las siete virtudes celestiales y los siete pecados mortales fijados por la tradición cristiana. Las virtudes son castidad, templanza, caridad, diligencia, generosidad, paciencia y humildad; los pecados son lujuria, gula, avaricia, pereza, envidia, ira y soberbia.

Los gerentes deben emular el primer conjunto de cualidades. Ni la devota caridad ni la lujuriosa gula tienen mucho para recomendarles como ethos gerencial, y solo una es un proceso judicial en potencia. La diligencia claramente supera a la pereza y la avaricia está pasada de moda.

Aiyesha Dey, de la Escuela de Negocios de Harvar, y sus coautores, han hallado que el excesivo materialismo de un CEO puede ser una señal de alerta de que realiza actividades fraudulentas y que asume riesgos fuera de control. La soberbia también está siendo vista, crecientemente, como problemática: un trabajo académico del 2018, identificó a jefes narcisistas por el tamaño de sus firmas y encontró correlación con malos resultados financieros en las empresas que administran.

No obstante, la santidad es rara y el pecado puede estar infravalorado. Es el caso de la envidia. Por su naturaleza, las organizaciones se amparan en la competencia tanto como en la cooperación. Una persona amable podría alegrarse de felicitar a otros por su éxito, pero una envidiosa verá a alguien cuyos logros igualar. Los sicólogos distinguen entre versiones malignas y benignas de la envidia.

En una, la gente intenta cerrar brechas de estatus derribando a otros, pero en la segunda versión, está motivada a mejorar su propio desempeño . Una reciente monografía de Danielle Tussing, de la Universidad de Nueva York en Búfalo, descubrió un tercer tipo de conducta: gente que faltó al trabajo y hasta renunció para evitar sentimientos de envidia. Entender tales emociones es un paso para encauzarlas.

La soberbia también puede generar grandes esfuerzos, así como firmas gigantescas. En una monografía de aspecto elegante que analiza el desempeño de pilotos de caza alemanes en la Segunda Guerra Mundial, Philipp Ager, de la Universidad de Manheim (Alemania), y otros investigadores, hallaron que la rivalidad personal incrementaba el comportamiento de alto riesgo.

Cuando los pilotos recibían elogio público por sus acciones en un boletín diario de las Fuerzas Armadas alemanas, colegas con quienes habían volado en el pasado redoblaron sus esfuerzos. Algo les impulsó a participar en más misiones, pese a que ese significaba una mayor chance de morir; y no era la humildad.

La paciencia puede ser una virtud, pero no siempre es la mejor cualidad en un líder. Es bastante escasa la investigación del impacto sobre el desempeño del estado de ánimo de los gerentes. Una monografía del 2017 muy poco convincente usó software de reconocimiento facial para analizar las apariciones de CEO en televisión y concluyó que las expresiones de enojo y miedo estaban asociadas con la mejora de la rentabilidad en el trimestre siguiente.

Sin embargo, la paciencia puede ir demasiado lejos.

Cualquiera que haya trabajado en una oficina sabe que, a veces, la cólera del jefe puede ser lo único que pone en marcha las cosas.

Por su parte, la avaricia no es algo que se admita en una sociedad cortés, pero la codicia sigue motivando a muchísima gente. En su investigación del comportamiento de CEO, Dey y sus coautores definieron el excesivo materialismo como la posesión de una casa en el área, un auto de más de US$ 75,000 o una embarcación de más de 7.6 metros de longitud. De su muestra de CEO, el 58% cumplía uno o más de esos criterios y el 42% contaba como frugal.

Quizás la gula no alimente la ambición pero podría ser un efecto colateral de las jerarquías que caracterizan a las empresas.

Experimentos investigativos en los que se asigna a desconocidos estatus altos y bajos, y son juntados en un salón, han hallado que quienes han recibido posiciones de autoridad se sirven más bocaditos que los demás. Hasta personas con buenas intenciones pueden terminar comportándose de mala manera si adquieren poder.

Si la gerencia consiste en optimizar lo mejor de las personas, entonces es útil entender las conductas nobles pero también las deshonestas. Los empleados son humanos, y los humanos son complejos.

Procuran mejorar el mundo y también les agradaría tener su propia piscina. Desean ser tutores de personas desfavorecidas y ver que sus rivales fracasen miserablemente. Y se sirven los bocaditos.

 

Autor: The Economist. Publicado en Gestión, 06 de octubre del 2022.