TURISMO E INSEGURIDAD
A finales de 2023, el Perú experimentó un incremento en la violencia que llevó a 28 de los principales países emisores de turistas a emitir advertencias de viaje, recomendando no visitar el país. Como resultado, el turismo receptivo sufrió una caída del 90%. Este problema no solo afectó a los visitantes extranjeros, sino también al turismo interno en las zonas de conflicto, lo que significó pérdidas económicas significativas. El proceso para eliminar estas alertas tomó más de un año y generó una reducción de ingresos superior a los mil millones de dólares, afectando gravemente a la industria turística nacional. Ahora, cuando se esperaba recuperar los niveles previos a la pandemia, la creciente inseguridad amenaza con repetir la crisis.
Las encuestas recientes reflejan que la inseguridad es la principal preocupación de la población peruana, y esto no es para menos, dado el evidente deterioro de la seguridad en diversas regiones. Si bien el turismo aún no se ha visto completamente paralizado, es solo cuestión de tiempo para que el impacto se vuelva crítico. En las últimas semanas, además de los altos índices de delincuencia, se han registrado atentados con explosivos en distintos puntos del país. Solo en Lima hubo dos ataques la semana pasada, y otro dirigido contra la Fiscalía de Trujillo, una ciudad clave en la Ruta Moche, uno de los circuitos turísticos más importantes del norte del país. Incluso el Reino Unido emitió una advertencia de seguridad para sus ciudadanos, aunque con ciertas imprecisiones en su contenido. Sin embargo, el punto central es que la comunidad internacional está observando de cerca la situación en el Perú, y la percepción de inseguridad puede afectar gravemente la llegada de turistas.
La violencia no necesita estar dirigida específicamente contra el turismo para generar repercusiones en el sector. Un incidente puede viralizarse en medios internacionales y en las búsquedas de internet, consolidando la imagen del país como un destino peligroso. No se trata de una preocupación exclusiva por los visitantes extranjeros, sino de un problema que afecta a toda la población. Sin embargo, una vez que un país es catalogado como inseguro, revertir esa percepción demanda un esfuerzo prolongado y costoso. Ecuador vivió una situación similar el año pasado, lo que provocó la cancelación masiva de vuelos, cruceros y reservas hoteleras, con consecuencias económicas devastadoras.
Frente a este escenario, es fundamental que las autoridades tomen medidas concretas para frenar la ola de violencia. No basta con reforzar la seguridad en zonas turísticas si el problema persiste en el resto del país. Si los propios ciudadanos no se sienten seguros, los turistas tampoco lo harán, sin importar cuán atractivos sean los destinos. La responsabilidad recae en el Poder Ejecutivo, el Ministerio del Interior, el Ministerio Público y el Congreso, que deben demostrar liderazgo y, sobre todo, resultados tangibles en la lucha contra la inseguridad. Es urgente actuar antes de que el turismo, uno de los sectores más importantes de la economía, sufra una nueva crisis de gran magnitud.
Fuente: Diario Perú21- pag.28, 20 de mayo del 2025.